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Los pañuelos como única salida

El primer sevillano que vende en un semáforo ‘trabaja' en Bellavista.

el 14 mar 2011 / 07:02 h.

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La crisis ha obligado a un joven parado sevillano de 32 años a vender pañuelos en un semáforo, al no haber encontrado trabajo desde hace año y medio.

R.P. ha contado a Europa Press cómo su vida comenzó a cambiar cuando no le renovaron el contrato en la cadena de supermercados en la que trabajaba en septiembre de 2009, tras lo que comenzó su particular odisea en busca de un trabajo que nunca le llegó.

"He tenido un montón de intentos en todo tipo de empresas y no ha habido forma", asegura este sevillano, que ha centrado sus intentos en supermercados "de toda Sevilla", así como en "casi todas" las empresas de los polígonos industriales La Isla y La Red; en viveros y en la empresa Egmasa, ya que tiene estudios de Gestión y Organización de Recursos Naturales y Paisajísticos.

En febrero de 2010, "harto de echar curriculos por todas partes", vio cómo el gasto en transporte crecía "para nada, para que simplemente aceptaran el papel y teniendo que soportar cómo en algunos sitios incluso se reían, diciendo que no era el único".

Entonces R.P. decidió iniciarse en la venta de pañuelos en semáforos, un fenómeno que en Sevilla se identifica con inmigrantes que no cuentan con ninguna otra forma de ganarse la vida. "Fue a la desesperada, tenía unos gastos de alquiler y suministros básicos llamándome a la puerta y no podía con todos ellos", reconoce en alusión a su vivienda, que comparte con una persona inmigrante.

"Los pañuelos te permitían sacarte algo, por lo menos para medio vivir, porque mi familia me ayudaba en lo que podía pero llegó un momento en que no daba para más", señala este joven, que desempeña esta actividad en la barriada de Bellavista y que ha admitido que los comienzos fueron "bastante duros", pues la gente es "un rebaño de ovejas". "Al principio me sentaba mal, luego ya hasta me lo tomaba a cachondeo", señala.

R.P. asegura no tener problemas con los inmigrantes que se dedican a lo mismo que él. De hecho, cuenta que comparte su semáforo con una inmigrante, la titular del sitio, que suele estar durante la mañana y da el relevo a este sevillano, que trabaja "normalmente por la tarde, unas cuatro o cinco horas".

En lo tocante a su futuro, ha reconocido verlo "bastante oscuro" ya que "uno acaba un poco quemado", si bien ha incidido en que guarda "un poco de esperanza" porque la venta la lleva a cabo con un cartel en el que informa de su situación, "por si algún directivo lo ve y necesita personal". "Sigo buscando trabajo, pero ya controlando mucho más el gasto en transporte", afirma este sevillano.

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