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Los Romanos vuelven a tomar Carmona con un pasacalles

El pasacalles romano que tan buena aceptación tuvo el año pasado entre los jóvenes y enamorados de la antigua Carmo (la Carmona latina) volvió a vestir de nuevo de color las calles de la ciudad.

el 15 sep 2009 / 04:38 h.

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El pasacalles romano que tan buena aceptación tuvo el año pasado entre los jóvenes y enamorados de la antigua Carmo (la Carmona latina) volvió a vestir de nuevo de color las calles de la ciudad milenaria este fin de semana.

Pese al mal tiempo y la amenaza de lluvia, más de 100 personas dejaron de tener miedo a que el cielo cayera sobre sus cabezas y acudieron al Museo de la Ciudad para ataviarse con las ropas de los romanos para acompañar el desfile marcado por la música, la fiesta y un guiño al dios Baco, ése que inventó el vino.

Con 15 minutos de retraso, en torno a las 12.45 horas y desde la Casa Palacio Marqués de las Torres, sede del Museo de la ciudad, partió esta particular cabalgata donde estaban representados dioses del Olimpo romano, ciudadanos de la antigua Roma y representaciones de la cultura latina, a la que tanto debe la España actual.

Tras su paso por la Plaza de San Fernando, y dirección a la Puerta de Sevilla con un ritmo más acelerado de lo previsto por la amenaza de lluvia, el pasacalles se dirigió hacia el Paseo del Estatuto, donde dio media vuelta y volvió hacia el casco antiguo, enfilando el camino de la plaza de abastos, antigua ágora (lugar de reunión, de negocios, mentidero...), en tiempos del Imperio Romano.

Una vez llegados al mercado, se mostraron diferentes personajes mitológicos y cotidianos de la época romana: sátiros, bacantes, esclavos, el dios Baco, domini (señores, de donde deriva el don del castellano), etcétera. Todos bailaron al son de la música con instrumentos típicos de la época, como cuernos, arpas o panderetas y ofrecieron a su vez a todos los visitantes para su degustación vino de rosas, patés con pan romano, embutidos, tortilla de huevo y leche... todo elaborado según recetarios de la gastronomía de Marco Gavio Apicio, el Arguiñanus del Imperium.

Una vez se ofreció la degustación al público, los integrantes del pasacalles realizaron dos rituales romanos. El primero de ellos es el conocido como el perfume, por el que las esclavas perfumaron con fragancia de nardo a los asistentes tras la bendición de la sacerdotisa y la invocación a los dioses. Tras éste, se realizó la costumbre de lavarse las manos mientras que los comensales comían para no mezclar los sabores.

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