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Los viajes de Araujo: El Betis gana el trofeo Expo 92 pero Retamero no convence a Menotti

El Betis ganó el trofeo Expo 92 disputado en 1987, pero Retamero no pudo concretar el fichaje de Menotti como entrenador.

el 19 oct 2009 / 21:26 h.

Retamero, en un comercio de pieles en Montevideo.

En el capítulo anterior nos quedamos en los prolegómenos del partido inaugural del Trofeo Expo’92 en Montevideo, que iba a tener una semifinal Peñarol-Nacional de la que saldría el finalista que jugaría con el Real Betis Balompié, al no haber podido viajar a Montevideo el Atlético Español de Buenos Aires por el levantamiento militar de Aldo Rico en Argentina, que conllevó la prohibición de que saliera del país el equipo.

Nosotros vimos el partido desde la cabina de radio y colaboramos con nuestros comentarios, sin duda neutrales, con el compañero Kezmann. Por momentos se calentaba el ambiente. Los cánticos son consustanciales con el fútbol en las dos orillas del Río de la Plata. Los seguidores de cada equipo ocupaban zonas distintas para evitar conflictos.

Marcó primero Peñarol, con el consiguiente alboroto de gradas y hasta del propio palco y muy pronto hizo el empate Nacional en una jugada muy polémica que conllevó hasta la expulsión de un jugador aurinegro.

Los bolsilludos o tricolores (así llaman cariñosamente a Nacional y sus seguidores) se vinieron arriba, el fútbol se fue endureciendo por momentos y aquello terminó como el rosario de la aurora en el palco, en las gradas y en el campo, donde fueron expulsados 3 jugadores de Peñarol y casi toda la segunda parte la jugaron 8 contra 11 y épicamente lograron llegar hasta el final y pasar con esa inferioridad numérica hasta los penaltis. Increíble, pero cierto, ganó Peñarol.

La que se formó en el campo y en la calle, ustedes se harán una idea. Fíjense hasta dónde llegó el acontecimiento que el domingo antes de la final con el Betis, en la zona donde se acomodan los hinchas de Peñarol, colocaron una placa para conmemorar aquella efeméride. Estuvieron el presidente Damiáni, muchísimos directivos, entre ellos nuestro amigo Amadis Errico, que estaba exultante, y el presidente del Betis, Martínez Retamero, que había llegado el día anterior a Montevideo.

De excursión a Buenos Aires. Los acontecimientos se iban sucediendo. Logramos unos billetes con la aerolínea Pluna (línea aérea de Uruguay) para poder viajar hasta Argentina. Teníamos dos días de descanso antes de la final y, tras pagar las tasas oficiales, llegamos hasta el aeropuerto bonaerense AeroParque.

Un hotelito pequeño, pero céntrico, llamado Impala, cercano al Obelisco y a la calle Corrientes nos acogió a Joaquín Becerra, Manolo Rodríguez y servidor. Queríamos contactar con Scotta, Bertoni y Anzarda para unas entrevistas. Con los tres nos unía una muy buena amistad. Eduardo Anzarda y Héctor Horacio Scotta vinieron a saludarnos, pese a la enorme distancia a la que vivían. Tengan en cuenta que en Buenos Aires y en su entorno viven 15 millones de habitantes.

Aquella noche cenamos en el hotel y vimos un partido por televisión del Preolímpico que se jugaba en Asunción (Paraguay). Aquel hotel era muy visitado por intermediarios españoles y al vernos con Anzarda y Scotta unos señores que veían el partido y decían ser dirigentes de equipos argentinos nos recomendaron a dos jugadores: Caniggia y Barbas. ¡Vaya dos futbolistas! El rubio, melenudo y conflictivo Caniggia, tiempos después suspendido por consumo de drogas, triunfó en Italia y Escocia y a Barbas le vimos en el Zaragoza y después en el Calcio triunfar a lo grande.

Con Bertoni no pudimos contactar por estar de viaje en Italia y con Anzarda almorzamos en La Estancia. Los precios eran increíbles. Estaba el dólar por las nubes en relación al peso y las cuatro personas que compartimos mesa en un restaurante de prestigio en Buenos Aires no llegó a los 20 dólares. Ensaladas, mollejas, chorizo y morcilla dulce, biffe y un surtido de carnes, servida en un calentador para que estuviera en su punto, y dulce de leche de postre regado con un vino tinto de Mendoza (zona vinatera de gran calidad en sus caldos) valía entonces esa cantidad. Los tiempos ya saben que cambian que son una barbaridad.

Antes de volver a Montevideo compramos unas camisetas en la calle Lavalle que te la estampaban en el momento. Recuerdo que, mientras procedían a la estampación, compramos unos bombones en una confitería que se llamaba Minotti y estaba junto al café Tondoni y en los quioscos esperaban la salida de El Gráfico, porque la liga argentina estaba en las dos últimas jornadas y tres equipos llegaban empatados: Boca, Colón de Santa Fe e Independiente. 

Lea el capítulo completo en las páginas de El Correo de Andalucía.

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