Cultura

Luis García Montero: «Ángel González supo el valor de la amistad en la Guerra Civil»

"Es la historia de un niño republicano que perdió una guerra, que creció en el bando de los perdedores". Con estas palabras resume el poeta Luis García Montero su último libro, Mañana no será lo que Dios quiera (Alfaguara), que presentará hoy en la Feria, y donde recuerda a su amigo Ángel González.

el 16 sep 2009 / 03:10 h.

"Es la historia de un niño republicano que perdió una guerra, que creció en el bando de los perdedores". Con estas palabras resume el poeta Luis García Montero su último libro, Mañana no será lo que Dios quiera (Alfaguara), que presentará hoy en la Feria, y donde recuerda a su amigo Ángel González.

"Ángel recordaba de vez en cuando episodios de su infancia muy emotivos, la proclamación de la República, las convulsiones de Asturias...", recuerda García Montero. "Le pedíamos que las escribiera, pero él decía que era demasiado trágico. Empezamos a grabar conversaciones que evocaban su familia, su barrio, la Guerra y la primera posguerra, que fue durísima".

El resultado es Mañana no será lo que Dios quiera, una biografía que se detiene en el año 51, es decir, cubre su periodo de formación como ser humano y escritor y ahorra al lector ciertas relaciones amorosas, amistades literarias, sucesos que el propio Ángel González prefería no hacer públicos. Lo que conmueve de este relato es su valor como testimonio de una época, la misma que alumbró a algunos de los mejores poetas de nuestro idioma, los de la Generación del 50.

"Al hablar de ellos", dice García Montero, "recordamos sus noches de alegría, sus excesos, eran los partidarios de la felicidad de los que hablaba Gil de Biedma. Pero esa postura era una toma de posición frente al clericalismo, frente al franquismo. Era la respuesta de unos supervivientes, de alguien acostumbrado a la oscuridad que decide apostar por la alegría".

Según el autor, "Ángel González aprendió el valor de la amistad en la Guerra Civil. Tenía escondido en casa a un hermano, que finalmente fue fusilado, y en aquella situación abrirle la puerta a alguien era algo más que invitarle a la merienda. Era poner en manos de otro la seguridad del padre, del hermano. Ángel supo desde niño que hacer un comentario imprudente en la cola del pan podía suponer una delación que condujera a un fusilamiento".

García Montero cree que tal vez estemos preparados para contar las cosas "demasiado dolorosas" que vivieron nuestros mayores. "Se pagó una renta de miedo que impidió que la gente hablara. Ahora toda una generación está a la cabeza de los estudios sobre aquel tiempo".

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