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Lunes espléndido de sol y bulla

el 16 sep 2009 / 01:02 h.

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En esta semana el sevillano aprovecha para redescubrir el callejero más recóndito de la ciudad, tender puentes a su infancia y reconciliarse con su pasado. Pero también la Semana Santa es a veces el asidero más descarnado para llorar a los que no están. Santa Marta fue ayer más que nunca bálsamo para la familia de Marta.

Los del Polígono le han arrebatado a los de Santa Genoveva el prurito de ser los nazarenos más madrugadores del Lunes Santo. La cofradía no es ajena a la triste actualidad con la que despiertan los noticieros radiofónicos. A la hora en que muchos sevillanos todavía se desperezan de la paliza cofradiera del Domingo de palmas, el misterio del Cautivo y Rescatado dedica su primera levantá por las víctimas del terremoto de Italia. En su segunda estación de penitencia a la Catedral, la cofradía de San Pablo ha ido asentando un estilo propio en sus pasos, con guiños al embrujo de Triana (en el profuso exorno floral del palio, en la banda del misterio) y a la elegancia del Arco, su hermandad madrina (con insinuaciones en el tocado de la dolorosa y en el repertorio de algunas de las marchas del paso de Virgen, de indudable sabor macareno). Una rosa roja permanece enhiesta a los pies del Señor. A pesar de su juventud, el cortejo forma en filas de tres en fondo al llegar a la Campana.

La cervecería El Tremendo no da abasto cuando la hermandad de La Redención transcurre bajo un sol de justicia ante el viejo edificio de los Juzgados. Llama la atención que uno de los guardias civiles de escolta en el palio lleva en brazos a una niña con el uniforme del Benemérito Cuerpo. Cincuenta años después de su primera salida, la cofradía de la calle Santiago sigue recibiendo el beso de una ciudad con la que parece vivir un continuo idilio cada Lunes Santo. Se mezclan los recuerdos con la emoción por los que ya no están -este año hay luto en los Yruela- o los que atraviesan una mala racha de salud, como el prioste segundo, Alberto Seoane. Varios detalles estéticos evocan aquel bautizo procesional del año 59: la túnica granate y el mantolín azul del Señor de La Redención, la túnica marrón del apóstol traidor (la original que vistió en aquella primera salida), la cera blanca en los codales de los guardabrisas (el carácter sacramental llegó tiempo después) y la disposición desigual del exorno floral del misterio, a base de alhelíes morados, rosas rojas, alstroemerias y flor de cera. Hasta Angelita Yruela cantó a la entrada de la cofradía la misma saeta que sonara hace medio siglo. Exornado con jacintos y rosas blancas, el palio de la Virgen del Rocío se levanta a pulso en la Campana sobre el flautín de la marcha de Vidrié. Una delegación de la hermandad Matriz de Almonte, encabezada por su presidente, José Joaquín Gil Cabrera, es testigo de tan singular escenografía.

La del Tiro de Línea es una mañana de reencuentros. El barrio vive cada Lunes Santo su día nacional. Ellas, las vecinas, se engalanan y acicalan y ellos apuran su afeitado y sacan del armario el mejor de los trajes. El Señor Cautivo sale entre saetas de Álex Ortiz y homenajes a los Villanueva. "¡A volar!". Más de 30 años en los martillos de Santa Genoveva. Las mujeres del Tiro hacen del mapa de Sevilla una inmensa calle de la Amargura en pos de su Señor. Fe a raudales y penitencia sin Carrera Oficial y a rostro descubierto. El calor hace mella en el cuerpo de nazarenos de escudo mercedario y se cobra algunas bajas por lipotimias.

Bálsamo. "Hermanos, a cubrirse". Una sola voz basta para que los más de 800 nazarenos de Santa Marta, ya con la cera encendida, se calen el antifaz al unísono en el interior de San Andrés. El tañido fúnebre de la campana del templo martillea las conciencias con una cadencia triste y melancólica. El Lunes se hace Viernes Santo en la plaza de San Andrés. A la hora marcada comienza a deslizarse entre naranjos uno de los cortejos más cuidados y sobrecogedores de la Semana Santa. En el exterior se hace el silencio. Mientras los nazarenos negros toman las calles, dentro de San Andrés la agrupación coral protuense desgrana cánticos penitenciales que evocan lamentos plañideros en un Gólgota sevillano. De todo este ceremonial luctuoso es testigo en silencio un tío de Marta del Castillo, Manuel, miembro de la Guardia Civil que lleva su mismo apellido. Ayer quiso recordar la memoria de su sobrina participando en la escolta de la Benemérita que rodeó al misterio del Traslado al Sepulcro. Hasta solicitó, buscando un alivio para su dolor, que se le permitiera entrar en la Catedral junto al paso, escenario vedado a estas representaciones. Y al menos, la Virgen de las Penas pudo enterrar a su hijo, Jesucristo, un consuelo para el alma que la familia del Castillo aún sigue esperando.

Después de las calores del mediodía, la atardecida se vuelve algo ventosa y fresca. Tanto que hay que echar mano de la chaqueta. En la Campana no cabe un alfiler cuando la cuadrilla del Soberano sea adentra entre las vallas que delimitan el inicio de la Carrera Oficial. Los pasillos, supuestamente de evacuación, se ponen de bote en bote. ¿Hay más gente que sillas? La esperada entrada en Campana del misterio de San Gonzalo adoleció de la contundencia de otros años. En un rizar el rizo sin mucho sentido, el paso se acompañó de un remix de marchas compuesto por la banda de las Cigarreras para conmemorar su 30 aniversario. Un experimento musical de más de 13 minutos de duración encadenado con pasajes de sus más célebres composiciones que sólo sirvió para que los costaleros del Soberano desplegaran todo su repertorio coreográfico arrancando algunos aplausos. Anochece sobre Sevilla cuando la Virgen de la Salud, elegancia a raudales en el andar, se despide de la Campana con los compases de Pasan los campanilleros.

El día se mete en retrasos cuando la cruz de guía del Toma tu cruz y sígueme se adentra en el adoquinado de la Campana. De momento, son sólo 15 minutos. La remodelación acometida sobre el paso del crucificado de la Vera-Cruz, tras su estreno el pasado año, ha conseguido el efecto deseado, permitiendo una visión piramidal del conjunto y otorgándole a las andas un color caoba más natural y no tan achocolatado. Aunque la cofradía no ha querido dar publicidad a este tipo de gestos, uno de los luceros del palio de la Virgen de las Tristezas (las seis velas más próximas a la dolorosa) luce una leyenda: "Por los niños que no han tenido la oportunidad de nacer". El palio de cajón que cobija a la dolorosa de Illanes se desliza presuroso seguido de un nutrido acompañamiento en el cortejo del preste. El retraso se amplía a los 23 minutos cuando el palio veracrucero sufre un ligero percance al desprenderse un brazo de uno de los candelabros de cola antes de entrar en la Campana.

Una sentida saeta recibe al Señor de la Penas de San Vicente a su llegada al inicio de la Carrera Oficial. El saetero no le puede ver el rostro. Sólo los abonados de la orilla de los burguers disfrutan de la visión del atormentado rostro del Nazareno, de cuyas andas procesionales, valioso tesoro del patrimonio cofradiero sevillano, se cumplen esta Semana Santa 50 años. Los hermosos bouquets de claveles blancos que adornan el palio de Las Penas se han hecho tan clásicos como el acompamiento musical tras la Virgen de los Dolores de la Banda del Maestro Tejera, formación que interpretó la marcha Siempre en el recuerdo, dedicada al recordado Pepín Tristán, cuando el paso se acercó a la Campana.

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