Cofradías

Madrugá de primavera y pendiente de los relojes

Tras la accidentada Madrugá del año pasado, cuando la lluvia trastronó el regreso de la cofradías de capa, las seis hermandades cumplimentaron sus estaciones.

el 18 abr 2014 / 17:40 h.

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La Virgen de la Macarena por el Arco a su salida. / J.M. Paisano La Virgen de la Macarena por el Arco a su salida. / J.M. Paisano Una Madrugá en mangas de camisa, pendientes más que nunca del reloj y con un acentuado rebrote del fenómeno de las sillitas plegables. El Jueves Santo más tórrido que se recuerda dejó paso a una noche casi primaveral y de agradables temperaturas (la mínima que se alcanzó en Sevilla fue de 16 grados), al menos hasta que se fue acercando el amanecer. Nada que ver con esas otras Madrugás, más ajustadas a los clichés, de mantas, pelliza y termos de café entre los abonados de las sillas. Tres minutos antes de la medianoche se abrían las puertas de la gloria en la Basílica de la Macarena. Arrancaba así la noche más hermosa de Sevilla. La Archicofradía de los Primitivos Nazarenos de Sevilla es un cortejo ceremonioso, de rituales antiguos. La saeta en la calle El Silencio a la Santa Cruz de Jerusalén, titular de la hermandad, la llave del Sagrario de San Antonio Abad colgada del pecho del hermano mayor, la espada y el cirio votivo, el extenso cortejo del preste tras el paso de la Virgen de la Concepción, y hasta la entrega por escrito de tres oficios de solicitudes de venia: ante el palquillo del Consejo, ante las autoridades municipales de la ciudad y ante el Cabildo Catedralicio. El fiscal de Cruz del Silencio entrega, no obstante, un cuarto sobre cerrado durante su estación de penitencia: un oficio de gratitud a la representación de la hermandad de Los Panaderos que recibe a la cofradía en la calle Orfila. Las dos devociones capitales de Sevilla, Gran Poder y Macarena, casi se ponen de acuerdo a la hora de asomarse a la puerta de sus templos. El Señor de Sevilla lo hacía 38 minutos después de que se rasgaran las puertas de la Basílica, coincidiendo con la campanada de la una de la madrugada en la torre de la parroquia de San Lorenzo. Centellean los flashes de las cámaras en una plaza de San Lorenzo a oscuras. El paso del Señor se tercia y se detiene ante las puertas de la parroquia de San Lorenzo, su antigua casa, para que, por un momento, los hermanos del cortejo de la Virgen, que forman en el templo parroquial, puedan apreciar al Nazareno de Juan de Mesa. Ataviada con el manto rojo de Rodríguez Ojeda, la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso atraviesa la noche de forma menos presurosa que de costumbre. Es la sensación que se ha logrado después de que los últimos retoques al paso hayan permitido atenuar el efecto bamboleo de las bambalinas que sufría este palio de cajón. Qué bien le sienta al Señor de la Sentencia la túnica de los cardos, la más antigua de su ajuar. Tras más de una década, las figuras secundarias del misterio macareno vuelven a vestir los ropajes que diseñara Francisco Carrera Iglesias y elaborara el taller de Fernández y Enríquez, una modificación que imprime una imagen bien distinta a la escena del pretorio. Un pequeño percance con una de sus potencias provoca que el Señor discurra más humanizado que nunca durante varias chicotás entre la Resolana y Feria. Con cerca de 3.400 papeletas de sitio repartidas, la cofradía del Arco realiza un esfuerzo sobrehumano para cumplir sus horarios. Los nazarenos discurren de tres en fondo por la Campana, mientras el cuerpo de diputados apremia de lo lindo. En este punto, se suprimen los cruces de los armaos en su vistoso desfile. Ataviada con el manto camaronero, la Macarena se acerca al Duque casi a paso de mudá, y tras una primera marcha para acceder a la Campana, el paso de la Esperanza se aproxima al palquillo a toque de tambor. ¿Es esta la Semana Santa que nos espera? La Macarena cumple con creces: el último músico del Carmen de Salteras discurre por el palquillo un minuto antes de lo previsto. Y al tiempo, se arma de razones. La llegada del Cristo del Calvario a la Campana coincide con el regreso del Dulcísimo Nazareno del Silencio a San Antonio Abad por la calle Alfonso XII. Por unos instantes, ambas imágenes se dan las espaldas en una vertical, separadas apenas por unos 50 metros. Particularmente bella se muestra la Virgen de la Presentación, cuyo paso de palio es un portento artístico. El recuerdo a Julio Díaz Portillo, eterno capiller y sacristán de la capilla de los Marineros fallecido hace sólo un mes, está muy presente en la estación de penitencia de la Esperanza de Triana. En su honor suena el Toque de Oración a la salida del misterio y en su memoria el barco de la calle Pureza se levanta ante el palquillo de la Campana “como le gustaba al tito Julio”, con una prodigiosa levantá a la música. Memorable es el tránsito del misterio trianero por Campana al son de cuatro marchas, con pasitos atrás coreados con óles. Exuberante, a la par que hermoso, es el exorno floral de la Esperanza de Triana, cuyo palio transcurre por la calle Rioja a los sones de Margot y en Campana con La Esperanza de Triana, de Farfán, entre otras. El esfuerzo realizado por las cofradías precedentes es baldío. La Esperanza de Triana deja un retraso de 18 minutos en Campana. El fresquito arrecia cuando el Señor de la Salud, ya de mañana, se recrea en una sucesión de marchas y levanta pasiones en la Campana. Estrena el Señor una túnica morada de terciopelo realizada por la diseñadora Paloma Cerezal, hija del recordado Petete Cerezal. Es una pena que la Campana se quede a medio gas cuando la Virgen de las Angustias, atavida con el manto azul pavo de su coronación, inicia su recorrido por este punto de la Carrera Oficial, incluso los vehículos de Lipasam se empeñan en romper la magia de un momento esperado que se acompaña de marchas flamencas y zambras. La Semana Santa dobla otra página de su calendario.

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