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Maestro del fantástico

2010 no está siendo un buen año para el tebeo. primero se fue el gran Víctor de laFuente Sólo un mes después falleció el maestro Fernando Fernández.

el 14 oct 2010 / 11:33 h.

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López Garzón y García Garrido.

Se nos ha ido otro grande. Y cada vez van quedando menos de aquellos autores que, con muchísimo tesón, esfuerzo e infinidad de horas delante de un tablero que otros muchos en sus mismas circunstancias habrían abandonado, hicieron grande el tebeo español durante las décadas de los 60, los 70y buena parte de los 80bajo el emblema común de esas Selecciones Ilustradas apadrinadas bajo férrea mano por Josep Toutain.

Y, como todos los grandes, Fernando Fernández se ha ido sin grandes aspavientos, casi como si le diera vergüenza que nos acordáramos de que una vez hizo soñar a cientos de jóvenes (y no tan jóvenes) con esas historias en las que la fantasía se mezclaba, a partes iguales, con alucinantes dosis de genialidad y filosofía.

Sus últimos años los pasó apartado de la discplina artística que lo había visto nacer por culpa de una salud que comenzaba a serle esquiva, dedicándose en cuerpo y alma a una pintura con la que volvería a llegar a lo más alto antes de que tuviera que darse por vencido ante la lucha con una enfermedad que ya le exigía demasiado.

Pero, como todos los grandes, Fernando Fernández nos ha dejado huerfános sólo a medias, ya que para recordarlo cada vez que sintamos la necesidad tenemos el puñado de magistrales obras que el artista concretó a lo largo de su trayectoria en el noveno arte. Una trayectoria que arranca en 1955 cuando el artista comienza elaborando fondos en cuadernos como Chispita, el hijo del Jinete Fantasma, que le llevará a emigrar a Argentina durante dos años y, a su vuelta, a colaborar, con otros compañeros suyos como José Ortiz o Víctor de la Fuente, con la editorial británica Fleetway en esos cómics bélicos que Panini ha reeditado recientemente.

Pero no será hasta mediados de los 70 (y en adelante) cuando su portentoso arte, de una delicadeza sublime y una capacidad para la experimentación virtuosa, comience a recibir la atención merecida. Son los años de las historias para la Warren, de las colaboraciones con Toutain en 1984. Los años del barroquismo de Zora y los hibernautas o los impresionantes óleos para la adaptación del Drácula de Bram Stoker, aquellos en los que Fernández ocupa su tiempo en todo encargo que le llega, desde ilustrar una portada hasta dar vida a novelas y libros didácticos. Fernando Fernández se nos ha ido, pero deja para la posteridad una producción a la que sólo un adjetivo es capaz de hacerle justicia: magistral. Descanse en paz, genio.

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