Tras la visita en 2009 de Andreas Staier, el teclado de época –en este caso el clave– volvió a Cajasol de la mano de uno de sus más ilustres defensores y pioneros en su puesta al día en el siglo XX, el inglés Trevor Pinnock. Lo hizo con un recital que combinó música alemana y francesa y en el que demostró su intacto sentido del ritmo –pese a sus 64 años, edad que no ha de pasar en valde en las manos de un músico– y su personal manera de afrontar los ataques y las ornamentaciones.
Vaya por delante la sobresaliente solvencia de su recital, al que caben aplicársele unos matices basados únicamente en la subjetividad del gusto ante la interpretación. Y es que, comparado con otros grandes del clave moderno, ante las versiones de Pinnock se añora un mayor contraste estético (no se encontró por ningún lado el abismo que media entre Bach y Rameau, o entre Froberger y el propio Bach) y un mayor empleo en el rango dinámico. Pasando por encima estos apuntes, a Pinnock, entre otros, se le debe –y no es poco– que la música antigua esté hoy en un camino imparable.
