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Maradona, 20 años del mito

'El Pelusa' militó en el Sevilla en la campaña 1992-93. Debutó un 4 de octubre en San Mamés y ante el Athletic. Fue el ídolo de la afición. Compartió vestuario con Monchi.   

el 12 oct 2012 / 20:48 h.

Maradona en el partido de su debut en San Mamés junto Andrinua y Josu Urrutia, actual presidente del Athletic.

1992 fue, sin duda, un año especial en la historia contemporánea de Sevilla por la celebración de la Exposición Universal (Expo). La capital andaluza apadrinó el AVE, se sometió a una transformación arquitectónica sin precedentes y el desempleo se desplomó hasta conocer cifras inalcanzables un lustro atrás. 

Y en Nervión, uno de los distritos más poblados de la urbe, un aterrizaje generó un seísmo de expectación sin parangón hasta entonces. El Sevilla de los títulos no existía en el imaginario colectivo y el fichaje de Diego Armando Maradona, el mítico '10', significaba el inicio de la era moderna.

El Pelusa, inactivo en los últimos 15 meses tras dar positivo en un control por cocaína, se enrolaba de forma oficial en la disciplina blanquirroja el 22 de septiembre de 1992, día en el que Luis Cuervas, presidente de la entidad, y José María del Nido, vicepresidente y asesor jurídico, cerraban su incorporación desde el Nápoles por 750 millones de pesetas, toda una fortuna para la época.

Maradona era un mito en vida. Una leyenda en Europa gracias a sus apariciones en las Ligas española, con el Barça, e italiana, con el Nápoles, y una especie de divinidad inmortal en Argentina. En el estío de 1992, Luis Cuervas, presidente del Sevilla, buscaba un fichaje de primer nivel para reflotar los ánimos de una afición que había vivido el último tramo del curso anterior con la sombra del descenso en el cogote.

Carlos Bilardo había asumido los designios de un plantel en el que militaba el actual subdirector general deportivo de la entidad nervionense, el isleño Ramón Rodríguez Verdejo, Monchi, que asumió con resignación la suplencia. Unzúe era sagrado. El fichaje de Maradona por el Sevilla fue una especie de cuestión de estado. Después de 88 días de contactos y negociaciones entre Cuervas y el presidente del Nápoles, el empresario Corrado Ferlaino, la cita clave se produjo el 22 de septiembre de 1992.

Aquel día, con la Liga ya en curso y Joseph Blatter, secretario general de la FIFA, de árbitro, ambos dirigentes se estudiaron de forma escrupulosa en un despacho de Zúrich.
Ángel María Villar, presidente de la Federación Española de Fútbol (FEF), y Antonio Matarrese, de la Italiana, se desplazaron en un avión a Suiza para desbloquear el asunto, que se cerró a las 14.55 horas.

A miles de kilómetros, Maradona esperaba en el restaurante del Hotel Andalusí Park y rodeado de su familia y colaboradores el final de la historia. En el momento en el que se oficializó el fichaje, el '10' se abrazó a su mujer, Claudia, y a sus dos hijas pequeñas, Dalma y Giannina. En la otra mesa, sus asesores, su suegra, su padre y patriarca de la saga y Marcos Franchi, su apoderado y confidente.

El Pelusa debutó en un amistoso jugado en el Pizjuán ante el Bayern Múnich. Sucedió el 28 de septiembre y los de Bilardo se impusieron a los bávaros (3-1) gracias a dos goles de Súker y a otro de Monchu.

El coliseo de Nervión no se abarrotó de público, pero el encuentro fue la premonición a un año de fábula. Al menos mientras la fiebre mantuvo alta la tensión. Diego se bautizó en un Athletic-Sevilla en San Mamés. Ocurrió el 4 de octubre de 2012 y el plantel de Bilardo perdió en un partido en el que los vascos se emplearon a fondo. Tanto que El Pelusa se retiró del césped lesionado en el 71'. Cortijo asumió el relevo.

Fue el estreno oficial del '10', que aquel día no deslumbró. El Pizjuán vibraba con cada aparición del argentino. Tanto que en un partido ante el FC Barcelona en el Sánchez-Pizjuán, y según la crónica de El Correo, se encargó de animar al abarrotado graderío mientras trataba de conservar en el aire una pelota de papel albal.

Maradona disputó 26 partidos en Liga, todos de titular, aunque se marchó de Nervión de manera precipitada. Sus apariciones fueron más esporádicas en el último tramo del torneo doméstico y, pese a haber firmado por una campaña con otra opcional, emigró a su país natal el 23 de junio de 1993. Sin aficionados en San Pablo, con una camiseta hawaiana, una maleta repleta y solo dos personas a su lado, su mujer Claudia y su abogado y apoderado. "Sentí pena por mi adiós. No me merecía que fuese de esa manera", reconoció días después de su llegada a Argentina a Radio Mitre, una de las emisoras que espiaba su carrera con lupa.

El futuro no fue benévolo con la leyenda, devorada por las drogas y un sinfín de sucesos polémicos que apagaron las luces de una carrera reservada para un genio prematuro que se encaprichó de envejecer antes de tiempo. 20 años después, el '10' aún sigue siendo un recuerdo agradable para el sevillismo, aquel que le idolatró y recibió con honores de estado a su llegada y le despidió con la más absoluta de las indiferencias.

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