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María de los Ángeles Garfia: "La muerte no existe, es una falacia, lo que experimentamos es una transición"

Fisioterapeuta e investigadora de ‘ECM’ (Experiencias Cercanas a la Muerte). La viuda del prestigioso doctor sevillano Enrique Vila continúa adentrándose en este misterio

el 21 oct 2011 / 20:31 h.

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Si en la sanidad sevillana ha existido un médico que hiciera del riesgo su bandera, ese fue el doctor Enrique Vila. Desde su posición de altura en el Hospital Virgen de la Macarena comenzó a investigar el asunto de las Experiencias Cercanas a la Muerte (en adelante, ECM) Pionero en la materia, con los años logró aplacar la polémica y granjearse el respeto y la admiración de sus colegas científicos. Sus investigaciones dieron la vuelta al mundo. Hace un año se publicaba, póstumamente, Yo vi la luz (ediciones Absalon). Junto a él, su compañera de vida, la fisioterapeuta y parapsicóloga María de los Ángeles Garfia continúa hoy expandiendo su legado y ahondando en el misterio de la muerte.

-¿Por qué vivimos tan pendientes de la muerte, atemorizados por ella?

-La Iglesia Católica se ha encargado de dar una imagen espantosa de ella, de meternos miedo. Yo nunca he sentido temor. Quizás porque desde pequeña convivo con espíritus. Me despertaba y ahí estaban, junto a mí y junto a mi hermana, sonriéndonos. Jamás me han hecho nada.

-¿Cuándo empezó a notar que usted era una niña distinta?

-Con seis años murió casi toda mi familia. Fue algo muy traumático como puede imaginar. Enseguida comencé a ver a mis seres queridos fallecidos en la habitación. Por suerte, mis padres siempre me apoyaron, sabían que era una niña especial.

-Habla usted con una naturalidad asombrosa sobre esto...

-¡Qué voy a hacer! Forma parte de mi vida, lo veo normal. Desde que era pequeña hago viajes astrales, andaba por las paredes de casa y luego volvía a mi cuerpo. No sabía lo que era hasta que fui mayor y comencé a investigar, a leer y a estudiar sobre religiones y filosofías. Tanta experiencia acumulada me ha hecho llevar una vida muy feliz. Me adapto bien a los malos y a los buenos momentos. Mi marido, el doctor Enrique Vila, falleció en 2007. Sé que está conmigo.

-¿Y qué conclusión ha logrado extraer sobre lo que significa la muerte?

-Pues que la muerte no existe, lo que experimentamos es una transición. Cuando veo pasar por la calle un coche fúnebre con un ataúd dentro veo al fallecido detrás y me gusta tranquilizarle. Al principio los espíritus sienten miedo porque llegan a un lugar desconocido pero rápidamente se dan cuenta de que su estancia allí es tranquila. Gracias a los viajes astrales que he realizado y a las ECM que recogí junto con mi marido, llegué a la conclusión de que las personas entran en un mundo de paz y de amor impresionante.

-¿Cómo es el proceso?

-Todos antes de morir recibimos la visita de un familiar difunto cuya visión nos reconforta. Luego cruzamos un túnel hacia una luz muy intensa, en ese momento todos los espíritus sienten inquietud ante lo desconocido. Aparece también un ángel que nos muestra cómo ha sido nuestra vida en la tierra. No nos juzga ni nos mira mal. Pero determina nuestro futuro, el lugar al que hemos sido asignados.

-¿El cielo o el infierno?

-El infierno no existe, lo que existe es el bajo astral. Es un sitio oscuro, desapacible. No hay nada bueno. Quienes van allí (ladrones, criminales,...) tienen que volver a la tierra reencarnados. Es una segunda oportunidad para cumplir la misión que cada uno de los seres humanos tenemos asignada.

-¿Hay otros seres allí además de humanos?¿Animales quizás?

-Sí. Por un lado los animales, pongamos por caso, los perros, perciben la inminencia de la muerte. Saben mejor que nosotros cuándo ha llegado su hora. Y por supuesto que están allí. Ellos también son espíritus. Mi marido está con nuestro pastor alemán en el otro lado. Él fue quien le acompañó los primeros momentos cuando murió. Pero además de animales hay otros seres extraños, desconocidos para nosotros. Pienso que quizás sean espíritus de seres de otro planeta.

-¿Cuál es el mejor consejo que daría a quienes se enfrentan a la pérdida de un ser querido?

-Que no lloren, ni pongan velas. Nada. Lo único que se consigue con eso es atar aquí al difunto. El espíritu necesita evolucionar y para ello debe saber que deja paz entre sus familiares. Sé que esto que digo es difícil de cumplir. Yo no necesité pasar un duelo, pero claro, yo tengo la certeza de todo lo que le estoy contando.

-¿Cuando su marido, jefe de Medicina preventiva del Virgen Macarena, comenzó a investigar las ECM sintieron miedo del revuelo que esto podía suscitar dentro del entorno médico?

-A mi marido le decían que estaba loco. Luego, por lo bajini, muchos colegas le contaban experiencias que habían tenido con pacientes. Entraban en su despacho, cerraban la puerta y le narraban casos a los que no daban explicación. En un hospital pasan muchas cosas relacionadas con el Más Allá que no se quieren contar.

-Porque para un médico la muerte es una especie de fracaso personal...

-Algo de eso. Los médicos se niegan a ver la muerte, sólo quieren mantener al paciente con vida. Ojo, estoy en contra de la eutanasia, pero no se puede mantener a una persona cuando ya no queda ninguna esperanza. Mi marido tenía otra visión, claro. Entre otras cosas porque todo enfermo experimenta esos instantes que llamamos mejoría antes de morir. En esos momentos se siente una paz impresionante.

-Hay científicos que han determinado que la luz, el túnel y todas esas visiones son fruto de una alucinación universal que provoca nuestro cerebro, una especie de anestésico ante la inminencia de la muerte...

-Eso es falso. Hemos conocido casos de personas ciegas que han tenido una ECM y que al recuperar la consciencia han descrito con pelos y señales todo lo que les rodeaba en la tierra mientras se debatía entre quedarse o marchar. ¿Cómo explicamos eso?

-¿Hablar de ECM es hablar de parapsicología, esto es, de apariciones, psicofonías, etc...?

-Por supuesto. La parapsicología es un campo de estudio muy serio si se aborda con rigurosidad. Por ejemplo, los fenómenos poltergeist existen. Estuve en una casa en la que se padecían y se me presentó el espíritu de un anciano que me intentó agredir. Había sido un maltratador. Hablé con él y conseguí convencerle de que no hiciera imposible la vida a la familia. Hoy día no se ha ido, pero al menos está en paz.

-¿Escribirá algún día sus memorias?

-Ojalá. Pero no tengo tiempo. Ni probablemente fuerzas. Hay mucha gente que sigue consultándome, pidiéndome ayuda.

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