Ignacio Ruiz viajó por primera vez a Marruecos en marzo de este año y ahora va una vez al mes. Este arquitecto sevillano de 37 años está montando en Tánger un estudio de arquitectura e ingeniería para hacer proyectos, sobre todo, en Casablanca. Llegó al país vecino para colaborar con su tío, que llevaba 20 años trabajando allí. "Él se quitó de en medio y yo me quedé", cuenta Ignacio. En Sevilla mantiene su estudio de cuatro personas. Reconoce que hace un año y medio se atrevió con Marruecos para "ampliar negocio", pero ahora con la crisis -dice- se ha visto "obligado a salir fuera".
Este joven emprendedor, que ha empezado a estudiar francés, se ha asociado con un arquitecto marroquí, algo que considera "imprescindible". "Ahí hay mucho mercado, pero la cultura es complicada, todos los trámites son muy lentos y si no te buscas a alguien no te echan cuenta", asegura. En Sevilla se encargan de hacer los proyectos y su colega marroquí asume la dirección de obra.
Su primer trabajo ha sido un complejo de tratamiento para pescado en el Sáhara Occidental. Ahora negocian nuevas promociones, como viviendas sociales y turísticas para marroquíes.
