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Medio siglo endulzando la vida de Los Palacios y Villafranca

El Ayuntamiento reconoce la trayectoria de siete maestros confiteros. La mayoría de estos genios del dulce salió de la confitería Navarro.

el 15 ago 2010 / 19:54 h.

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El fundador de confitería Navarro, Francisco Navarro (centro), con el personal y un joven Manolo Navarro (a la izquierda.

Los placeres y los días son dulces en Los Palacios y Villafranca. Y no sólo por sus sandías de campeonato, sino por la labor de dinastías confiteras que nunca descuidaron el paladar de sus vecinos. Ahora que corren tiempos amargos, el Consistorio ha homenajeado a quienes llevan medio siglo batallando desde el obrador contra todas las crisis.

Manolo Navarro, de la confitería Navarro de toda la vida, era en 1953 un chico de campo que no sabía batir un huevo. Su padre vendió las tierras familiares de Mairena del Alcor y se vinieron a Los Palacios. Al llegar, montaron una panadería en la calle El Duro, la más céntrica. Por allí se dejaba caer los fines de semana un maestro confitero de Sevilla, Carlos García Baena, que les enseñaba la alquimia dulce de los cuatro pasteles de aquella posguerra de medias gordas: magdalenas, tortitas de polvorón, cortadillos de cidra y medias lunas.

Poco más. Pero los Navarro vieron en su horno de leña la luz necesaria para alumbrarse un futuro mejor. Sólo un par de años después aprendieron a hacer la famosa cuña que hoy los hace célebres en la provincia y "la cola de gente que venía a comprar una llegaba a la esquina de la Caja Rural", recuerda Manolo, de 77 años, jubilado y creador diario y oficioso de las magdalenas que aún venden en el despacho.

La confitería Navarro era en esos años la única en el pueblo. De su docena de trabajadores salieron la mitad de los confiteros homenajeados en estas fiestas patronales: la saga de los Distinguido, con Antonio Carmona a la cabeza, o José Manuel Fernández, de la confitería Cristo de la Vera Cruz, aprendieron hace ya décadas con Manolo Navarro. El negocio, que hoy lo regenta uno de sus tres hijos, sigue siendo negocio. Tanto, que este tercer Navarro se pidió una excedencia para seguir la senda confitera. En las dependencias de la calle El Duro, la confitería Navarro continúa haciendo alarde de su variedad, entre la que destacan las cuñas de siempre, las palmeras y los roscos de Reyes.

Cuando los Navarro se consolidaron, llegó de Utrera Pepita Vázquez, en 1978. Esta confitería capitaliza el dulzor en la otra parte del pueblo, la de la travesía Sevilla-Cádiz. De ahí salen cientos de pasteles y la famosa tarta de tocino de cielo, nata y nueces. También Ángel Rodríguez, sin tradición familiar, aprendió hace 25 años los secretos de los maestros y montó su negocio de donde salen unos minipastelitos para no perdonar.

El Ayuntamiento no olvidó a otros dos grandes maestros ya retirados: Milagros Cortines, confitera autodidacta desde que comenzó a trabajar en la panadería de su marido en 1969 para hacerse conocida por sus tortas doblás, y Manuel Fernández, que surtió de biscotelas, borrachos y carmelas al mocerío de los cines de verano e invierno.

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