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Memorias de un cazador

Con 87 años, y con una salud de hierro se presentó Carlos Viloca ante sus paisanos, amigos y familiares en el salón de actos de la Casa de la Cultura de Cazalla de la Sierra.

el 14 sep 2009 / 20:59 h.

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Con 87 años, y con una salud de hierro se presentó Carlos Viloca ante sus paisanos, amigos y familiares en el salón de actos de la Casa de la Cultura de Cazalla de la Sierra para dejar constancia escrita de su vida como cazador en la Sierra Norte.

El libro Memorias de un viejo cazador quedará para siempre en la bibliografía de los cazalleros y de todos los amantes de este deporte. Por su singularidad no queda otra que ser acogido con cariño por todos los que rodean a este cazador, que se inició en estas lides literarias hace apenas dos años.

Y todo fue gracias a un amigo que le instó a escribir sus vivencias resumidas y presentarlas a un certamen literario. "Fue un amigo el que me embarcó, nunca mejor dicho, en este proyecto", comenta el autor de la obra.

Tanto disfrutó con los textos que se le venían a la cabeza que decidió seguir en la tarea. Para una persona que está en el otoño de su vida, poner en pie experiencias que ocurrieron hace ya varias décadas no deja de ser un ejercicio magnífico para seguir fortaleciendo la mente. Y estando en ello volvía a divertirse ahora con el recuerdo de momentos especiales que sin duda han emocionado al escritor en más de una ocasión. En una especie de juego de palabras, subraya: "Me he divertido mucho al escribir este libro, porque me divertí mucho haciendo las cosas que hice y ahora me divierto al rememorarlas".

Y he aquí la recompensa. Un libro cuya única ilusión era verlo publicado y presentarlo antes sus más allegados. Dice que además de su tremenda afición por los caballos, él se considera que nació "con una escopeta en la mano", porque desde muy pequeño, desde sus primeros recuerdos, siempre se ve acompañado de su arma, rodeado de naturaleza y buscando la mejor pieza.

Su relación con el municipio viene de hace más de 40 años. Habla de que la primera vez que puso un pie en la Sierra Norte se enamoró de ella. De ella, de sus riveras, de los montes, como los de Upa, de las encinas, los alcornoques, de sus dehesas y, como no, de sus venados, jabalíes y ciervos. Estaba en deuda con el pueblo en vida y él ahora le devuelve la moneda en forma de libro, que aumenta la bibliografía local y en el que siempre habla bien de su ciudad admirada.

Memorias de un viejo cazador intenta derrocar la fama de los amantes de este deporte de mentirosos y exagerados. "El libro refleja exactamente lo que pasó", sentencia su autor. Y es que la ilusión a veces multiplica las distancias por cien.

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