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Mi maloliente vecina

La Papachina huele mal. "Huele a agrio". Antonio ya no puede más. Todos los días al acostarse realiza el mismo rito: cierra las ventanas, perfuma la casa y pone el ventilador. Aunque esto no tape el olor, "al menos lo alivia". Foto: Juanma Rodríguez.

el 15 sep 2009 / 07:08 h.

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La Papachina huele mal. "Huele a agrio". Antonio ya no puede más. Todos los días al acostarse realiza el mismo rito: cierra las ventanas, perfuma la casa y pone el ventilador. Aunque esto no tape el olor, "al menos lo alivia". Vive en San Jerónimo, en la Huerta de la Papachina, y a escasos metros se encuentra la Estación Depuradora de Aguas Residuales de Emasesa. Decenas de vecinos viven "tufados por este olor".

No sólo los del bloque de Antonio, que son los más cercanos a esta depuradora -sólo han de cruzar una carretera-, sino también los más alejados, y los bares, las tiendas, los parques... "Todo huele a basura".

Desde que se instalara la primera depuradora en el año 1984, el barrio se ha movilizado varias veces en su contra sin obtener ningún resultado. En los años 90 pusieron una nueva planta y al poco, la primera dejó de funcionar. "Nos manifestamos, salimos en la televisión, pedimos un parque en lugar de la nueva planta y nada", por eso, explica el joven, "ya todos se han cansado de protestar", pero lo cierto es que "ni en invierno ni en verano se respira aquí bien". Desde su azotea, este joven, que a principios de semana puso una denuncia en el Ayuntamiento, señala los dos grandes depósitos de agua.

La cosa se pone peor en los meses de calor. No pueden abrir las ventanas para que entre el fresco de la noche porque los efluvios invaden sus hogares. De hecho, las persianas de los 16 vecinos del edificio permanecen casi siempre bajadas. En el caso de la familia de Antonio el asunto se recrudece: su padre padece una insuficiencia respiratoria y tampoco pueden poner el aire acondicionado. Así que sus noches "son un infierno de calor".

Sobre las seis en invierno y a las once de la noche en verano empieza a hacerse más fuerte el hedor. "Será cuando mueven más el agua", explica Consuelo Cabellos, madre de Antonio, quien asegura desesperada que se pasan las noches en vela por el calor. Y no sólo eso, al olor se suman los mosquitos. "Tenemos mosquiteras en todas las ventanas porque si no nos comerían los insectos atraídos por el mal olor del agua", indica Consuelo.

Lo mismo le ocurre a Manuel Jesús García. Desde hace siete años tiene un bar en la zona y según explica "aquí siempre huele fatal, hasta los clientes que vienen a tomar algo lo dicen. Y de los mosquitos ni hablemos".

Más allá, llegando al centro del barrio, también llega la pestilencia. María del Carmen Fernández entiende a los vecinos de la Papachina. Ella vive más lejos y aún así también nota el olor, sobre todo de noche. "Yo tengo suerte, y puedo poner el aire, pero la casa nunca termina de ventilarse en condiciones", asegura la afectada. A la tienda de María de los Ángeles le ocurre lo mismo: "Aquí tengo todo bien cerrado y con el aire, pero en cuanto salgo a la calle, ya huele mal: esto no debe ser sano".

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