Cultura

Michael Clark se instala en su lenguaje

El Festival de Danza de Itálica recibió el sábado la primera de sus propuestas: 'Nueva York 2009', de la Michael Clark Company. Todo el espectáculo gira en torno al espíritu trasgresor de aquella época que permitió a coreógrafos como Clark enriquecer el lenguaje de la danza contemporánea,

el 16 sep 2009 / 05:37 h.

Hace 21 años, Michael Clark revolucionó el escenario de Itálica con un espectáculo de danza tan trasgresor como provocador que abrió nuevos frentes en la danza contemporánea. En esta ocasión, sin embargo, ha optado por un espectáculo híbrido que se centra, desde la base del ballet clásico, en la búsqueda de la linealidad del movimiento.

La obra está dividida en dos partes claramente definidas. La primera comienza con un ritmo muy lento que, con un fondo de música electrónica, se dirige a un lenguaje neoclásico, un tanto estereotipado, que recuerda al adagio final de los ejercicios de una barra de ballet clásico. Aquí resalta una acusada diferencia de edad de los bailarines entre sí.

Esto provoca una evidente irregularidad en la ejecución técnica, lo que parece apuntar a una reflexión sobre la adaptación del movimiento a las distintas etapas del cuerpo del intérprete, una reflexión que, sin embargo, no acaba de concretarse. Por fortuna, la duración es corta y resulta ajustada al discurso.

En la segunda parte, el coreógrafo inglés aprovecha la danza para homenajear a la música de David Bowie, Iggy Pop y Lou Reed, intérpretes con los que tuvo la oportunidad de trabajar estrechamente al comienzo de su carrera. Aquí nos encontramos con un cuerpo de baile más homogéneo en cuanto a edad, compuesto por cuatro bailarinas y dos bailarines, aunque dentro de la misma propuesta estética. Así, el vestuario sigue estando dominado por los monos de licra de diferentes colores, aunque en las dos últimas piezas se adornan con chaquetillas que, junto con la música, remiten al escenario de los 80.

Y es que todo el espectáculo gira en torno al espíritu trasgresor de aquella época que permitió a coreógrafos como Clark enriquecer el lenguaje de la danza contemporánea, que desde sus inicios se distinguió por la defensa de lo orgánico del movimiento y la ruptura con los cánones establecidos del ballet clásico. Sin embargo, esta nueva propuesta se instala en una serie de clichés y variaciones establecidas, tanto de la danza contemporánea como de la clásica, y no acaba de aportar nada nuevo.

La dificultad del tempo de la coreografía, dominado por el adagio, exige una precisión extrema que, por desgracia, los intérpretes no siempre son capaces de alcanzar. No obstante, esto se da sobre todo en la primera pieza de la segunda parte, ya que en el resto, por ser el ritmo más rápido, las imperfecciones técnicas se difuminan.

Por fortuna, la danza del coreógrafo salpica el escenario entre los diversos números y consigue mantener la conexión emocional con el público. Lástima, por contra, que sus intervenciones no estén justificadas ni con el concepto ni con la estética del espectáculo. Claro que a lo mejor es que sólo pretende provocar con el vestuario.

Antes del comienzo del espectáculo propiamente dicho, el festival ha dispuesto que la sevillana compañía La Tarasca reciba y acompañe a los espectadores hasta la puerta del espacio escénico. Así, llevan a cabo una serie de acciones dramáticas que incluyen danza, teatro, música y canto lírico en directo, desgranando una historia para situar al espectador en la época en la que los romanos habitaban Itálica. De esta manera logran tematizar el espacio escénico utilizando a su favor una de las mejores escenografías posibles: las ruinas de la vieja urbe.

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