Cultura

Morante de la Puebla vuelve para quedarse

El diestro sevillano Morante de la Puebla logró una triunfal reaparición en la plaza de toros de México tras una inactividad de seis meses en el mano a mano que mantuvo con el mexicano Rodolfo Rodríguez El Pana. Foto: EFE.

el 14 sep 2009 / 22:23 h.

Para ver toros en La México uno debe de estar preparado para todo. Para evitar con la vista las hordas de vendedores que circulan por la grada constantemente, para escuchar una particular y dudosa versión del pasodoble Manolete, para reír con los improperios y cánticos constantes del público hacia El Pana. Algo parecido ocurre cuando uno va a ver a Morante, hay que estar preparado para cualquier cosa. El ganado parecía presagiar una histórico tostón pero volvió Morante y volvió para quedarse.

El diestro sevillano logró una triunfal reaparición, tras una inactividad de seis meses, en el mano a mano que mantuvo con el mexicano Rodolfo Rodríguez El Pana, que sufrió una gran cornada. El segundo toro, un defectuoso casi sin pitones, pemitió ver algunos apuntes con el capote del de la Puebla. Pero fue el cuarto, un manso de libro, el que hizo sentirse cómodo al sevillano. Tras un tercio de varas caótico, el toro llegó a la muleta justito de fuerzas. Morante consiguió enganchar pronto a la afición con una tanda de derechazos lenta, con la mano baja. El astado repitió y se dejó tomar otras dos series por el pitón derecho. Remató con dos trincherazos de cartel que hicieron a la grada ponerse en pie para culminar con un estoconazo. Se pidió con fuerza la segunda oreja pero el juez de plaza sólo concedió una.

Para cuando llegó el sexto, la plaza murmuraba distraída, pensando ya en evitar el monumental atasco que rodea al coso de Insurgentes al terminar cualquier festejo. Ya refrescaba en la plaza y poca o ninguna atención se prestó a salida del último toro, menos aún a los dos primeros tercios. Sólo un quite por navarras concitó unos leves aplausos. Empezó Morante su faena sin mucha alma. Dejándose pasar al manso que tenía como oponente.

Parecía que iba a descatar al toro, que iba a tirar por la calle de enmedio, sin embargó sorprendió. El torero de la Puebla entendió a la perfección al astado, lo estudió, y al contario de lo que se podría esperar, comenzó a labrar una faena seria, trabajada, de menos a más, enganchando varias series de derechazos largos y lentos. Cierto que con menos pellizco que en el cuarto pero con un mérito aún mayor, ante un animal que ya había sido deshauciado por la plaza. Media estocada algo caída le valió otra fuerte petición que terminó con la concesión de otra oreja.

Percance. De Rodolfo Rodríguez El Pana, todo un clásico del toreo mexicano con 57 años de edad y 28 de alternativa, hay poco que decir. Es un hombre excéntrico, conocido por su afición por el alcohol y que hizo el paseíllo con un puro encendido en la boca. Una figura torera de otro tiempo. Se dejó vivo al tercero y sufrió una cornada de dos trayectorias en el muslo derecho de la que se recupera aunque su pronóstico es grave. Antes del percance consiguió arrancar algunos aplausos del público merced a un par de banderillas al quiebro que consiguieron emocionar.

Al término Morante salió a hombros entre el fervor de la afición mexicana y de muchos seguidores españoles que quisieron estar ayer en el Distrito Federal. Contento el torero por una tarde completa y seria, contenta la afición mexicana de ver a un torero con calidad y con gusto y contenta la sufrida afición de Morante que, al otro lado del Atlántico, pudo comprobar que Morante ha vuelto para quedarse.

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