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Nelson, historia de un calvario con final feliz

Reapareció y marcó nueve meses exactos después de romperse un tobillo y 40 días después de enterrar a su padre.

el 12 feb 2012 / 20:55 h.

Nelson reza por su padre tras el 2-1 e Iriney lo felicita.
El 11 de mayo de 2011, Nelson se rompió. No defendía al Betis, sino a Osasuna, y recibía al Sevilla en el estadio Reyno de Navarra. El lateral acudió corriendo a la banda a pelear un balón dividido con Lautaro Acosta y al lanzarse al suelo sufrió una luxación del tobillo izquierdo. Se le diagnosticaron dos o tres meses, así que estaría listo en los albores de la temporada en curso, pero la lesión era tan grave que lo ha mantenido fuera de la competición oficial nueve meses exactos, una barbaridad. La historia de Nelson en estos 266 días de calvario, afortunadamente, es un embarazo con final feliz.

El caboverdiano cayó en la antepenúltima jornada de la campaña 2010-11, la de su cesión a Osasuna, así que regresó al Betis, pero todas las partes daban por hecho que su ciclo en Heliópolis había concluido desde el momento en que el club, con el no ascenso de 2010 aún fresco, lo mandó a Pamplona para ahorrarse su altísima ficha. Por todas las partes se incluye al propio futbolista, encantado con la idea de permanecer en Navarra porque allí se había ganado el respeto que quizá echó de menos en Sevilla, donde se le marcó por formar parte del plantel que primero descendió y luego no subió. Osasuna, huelga decirlo, quería retener al zaguero, uno de los que más minutos jugaron en esa temporada, pero no hubo acuerdo. El Betis no quería malvender a uno de sus activos más potentes, los rojillos se rindieron y ningún otro aspirante pujó en serio por un futbolista caro y convaleciente.

Acabó entonces el mercado veraniego, con Nelson incluso inscrito en la LFP, y las miras se situaron en los trueques invernales, ya con el jugador  recuperado aunque todavía inédito en la alta competición. Pero claro, la crisis es la crisis y, para ser sinceros, en enero no hubo ninguna intentona seria. A esas alturas, Mel había asumido que el defensor sería uno más de su superpoblada plantilla.

2012, para colmo de males, comenzó de la peor manera posible para Nelson. El 3 de enero falleció su padre y el internacional viajó a Cabo Verde para asistir al sepelio. A él dedicó el importantísimo gol que logró el sábado, el primero con el escudo del Betis en la camiseta. Importantísimo por lo que significa para el equipo e importantísimo por todo lo que representa para él. Por la lesión interminable, por el fallecimiento de su padre y por aquellos que pusieron en duda su compromiso con el club que le paga cuando, en la visita a Osasuna, fue víctima de un malicioso reportaje que daba a entender que había chivado la táctica de su equipo a sus antiguos compañeros. Ahora, con Isidoro y Chica señalados por el míster, ha llegado su segunda oportunidad. Su hora.

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