Cofradías

"Ni voy a misa ni me confieso; mi religión es el Sevilla FC"

el 12 mar 2010 / 20:07 h.

-Seguro que su amigo Carlos Herrera le habrá ofrecido buenos consejos sobre las interioridades del pregón.
-Herrera siempre aconseja bien porque es un tío muy inteligente. En lo único que no le voy a hacer caso es en la duración del pregón. Él tiene una idea del tiempo que yo no la tengo. Carlos ha sido más que mi alter ego en todo esto. Es el único que conoce prácticamente el pregón terminado.

-Herrera aprovechaba hasta los viajes en avión para escribir su pregón. ¿Dónde ha sido parido el suyo?
-Aquí integramente, paseando por el campo. Tiene ahí una parte si quieres mitológica, hay una mezcla entre la Virgen y Minerva por aquello del olivar. Hay veces en que he paseado con Minerva por el campo.

-¿Los prolegómenos han sido todo lo plácidos que usted hubiese deseado?
-Yo los he evitado. Lo único que pedí es que me dejaran escribir y pensar, y a partir de marzo nos veríamos. Craso error porque me encuentro ahora como el que firma cinco letras en un mismo mes. A mí, no obstante, me sigue pareciendo una desmesura lo del pregonero, como si el pregonero fuera Vicente Ferrer o Teresa de Calcuta. Todo esto está extradimensionado. En Sevilla hay cientos de miles de personas infinitamente más importantes. Es que a mí las cuestiones sociales me gustan mucho y hay gente partiéndose la boca todos los días para darle de comer a mucha gente. Hay un grupo de chavales jóvenes que van por las calles de noche llevándoles bolsas de comida... no hay pregón más bonito que ése. Esa gente sí que merece una entrevista, pero el pregonero es un señor que vive como una vaca sagrada, que todo te lo regalan, te lo ponen fácil.

-Usted no se considera un cofrade al uso, ¿verdad?
-Ni al uso, ni a nada, yo no soy cofrade. Yo llevo 16 años desligado, viviendo aquí. Cuando vivía en Sevilla he vivido muchísimo la Cuaresma, sobre todo en Triana. Me enganché en la Estrella, tenía muy buenas relaciones en San Gonzalo y con el Cachorro, me acuerdo de Rafael Belmonte. Me ha gustado mucho volver a vivirla, aunque más me hubiera gustado vivirla con el anonimato con que la vivía entonces.

-De todas formas, se le ha visto en pocos actos sociales.
-En ninguno. La única visita que he hecho ha sido a la Estrella esta semana. No he tenido tiempo ni yo soy hombre de Iglesia. Yo no me meto en las iglesias, ni voy a misa, ni comulgo ni confieso. Ni cofrade al uso ni al desuso. No lo soy.

-Hay quien todavía no le perdona que usted dijera aquello de que su única Catedral es el Sánchez Pizjuán.
-Yo eso lo mantengo de por vida. Mi religión más remota es la del Sevilla Fútbol Club. Pero eso no es malo. Yo empiezo a ver la Semana Santa de Sevilla a partir de los 20, 23, 24 años, pero yo no recuerdo no haber sido sevillista ni un solo día de mi vida. Cómo va a ser lo mismo. Yo eso lo he mamado.

-O sea, que su acercamiento a la Semana Santa de Sevilla puede considerarse tardío.
-Comparativamente. Ojo, yo tengo amigos que se han incorporado a la Semana Santa de Sevilla a los 40 años y parecen más de Sevilla que el Cachorro. Yo soy de pueblo y un gran amante y admirador de Sevilla. Pero el pregonero de este año lo que lleva allí es la mirada de cualquiera que viene de fuera.

-¿Nunca le ha dado por ponerse un antifaz?
-No. No, porque me da claustrofobia. Me lo quitaría, no puedo. No, porque además es también una variante hermosísima de la vanidad.

-¿Deben las cofradías manifestarse contra el aborto?
-Yo no soy cofrade ni pertenezco a ninguna hermandad. No se me ocurre decirle a las hermandades lo que tienen que hacer. Yo apuesto por la vida siempre, inicie ese grito quien lo inicie.

-No me lo imagino el Domingo de Pasión nombrando a todas las hermandades.
-No le voy a desvelar nada. ¿Pero por qué no me imagina nombrando a todas las hermandades? Porque para empezar no me las sé. El pregón es Antonio García Barbeito en estado puro. Yo no sé cantar con la voz de otro. Y me preguntan, ¿será un pregón a la medida de Sevilla? Pues mire usted, no lo sé, lo que sé es que es un pregón a la medida de Antonio García Barbeito. Si yo tratara de cantar con la voz de Sevilla, me equivocaría de principio a fin. ¿Que podría haber más gente contenta? Pues es posible, pero sería un contento falso. Yo quiero que quieran al Barbeito de esa mañana, porque el Barbeito que va esa mañana allí quiere muchísimo a Sevilla. Me encantaría que Sevilla me hiciera suyo, que hiciera suya mi palabra. Pero eso es un sueño. Puede que mi pregón no guste a Sevilla, pero lo que no podrá decirme nunca Sevilla es que no lo he hecho con el corazón, el cariño y el rendido amor que le tengo.

-¿Qué titulares le gustaría encontrarse al día siguiente?
-Uff, joder, no lo sé. Sobre todo la palabra verdad me gustaría que estuviera. O sea, Barbeito fracasó con su verdad, vale, lo admito, pero con su verdad. El pregón es muy honrado. No he buscado efectismos, ni gustarle a unos ni a otros, he buscado gustarme a mí. Es el pregón que yo me hubiera dicho ante el espejo.

-Ni siquiera desea que le interrumpan con aplausos.
-Me gustaría, porque yo no voy para que me aplaudan, voy para que me escuchen. A mí los aplausos me pueden enfriar, no calentar, fíjese. Yo soy muy raro. Es que cuando uno está hecho al silencio del campo...

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