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No hablar de Europa

El gobierno polaco acaba de suspender los actos previstos en la ciudad de Gdansk, la ciudad que fue cuna del primer sindicato independiente del telón de acero, Solidarnosc, para celebrar el vigésimo aniversario de la derrota comunista. Un movimiento obrero...

el 16 sep 2009 / 03:44 h.

El gobierno polaco acaba de suspender los actos previstos en la ciudad de Gdansk, la ciudad que fue cuna del primer sindicato independiente del telón de acero, Solidarnosc, para celebrar el vigésimo aniversario de la derrota comunista. Un movimiento obrero que llegó a reunir a más de diez millones de personas. Un sindicato que fue la primera fisura del monolítico régimen comunista. Una brecha que el propio Gorbachov toleró y que formó parte activa de la extinción del comunismo en la Europa oriental.

Hoy, Solidarnosc es un espectro del pasado. Con broncas internas y escindido en dos partidos enfrentados, uno ultraconservador y otro que reivindica la concordia. Un sindicato, sombra de su pasado, de nuevo en conflicto por la bancarrota de los míticos astilleros de Gdansk. Un enfrentamiento con el gobierno que ha provocado el traslado de las celebraciones a la ciudad de Cracovia, para evitar posibles altercados. Un suceso en el que me resisto a ver solamente el suicidio de la memoria histórica de Solidarnosc. Creo que tiene la suficiente carga simbólica, para entender las razones de unas elecciones para el parlamento europeo, en las que la principal ausente ha sido la propia Europa. Ya han pasado veinte años de la caída del muro de Berlín y estamos inmersos en una profunda crisis. Un mal ambiente que invita a preguntarse por los restos de aquel anhelo de libertad, de Europa, de aquellos que derribaban el muro en una fría noche berlinesa, de los que levantaban barricadas en Gdansk o los que coreaban la revolución de terciopelo por las calles de Praga. También a interrogarse por el renovado poder de antiguos dirigentes comunistas, que algunos ingenuos ven como una muestra del fracaso del capitalismo. De los mismos que saquearon el Estado en una privatización brutal. Alumnos aplicados del capitalismo más liberal y salvaje, que hoy aspiran a manejar sectores económicos estratégicos.

En estas elecciones no se dirime el aborto. Estos días afinen el olfato. Cuando escuche a los que sólo hablan de España y no de Europa, sospeche. Cuando digan que no se trata de ideología, sino de eficacia, preocúpese. El verdadero debate versa sobre esta Europa aquejada de exceso de conservadurismo, gobernada por un centro radical que excluye el debate ideológico y despolitiza la economía. Un continente despersonalizado de sus ideas de progreso, igualdad de oportunidades, cohesión y justicia social. Pero también de esa izquierda a la que hay que estimular, confiándole nuevas demandas y exigiéndole más valentía intelectual. Hablamos de Europa como problema.

Piense por unos segundos en esa Europa que usted anhela. También en China, en Rusia y en la India. Incluso en su automóvil, en su calefacción, en su empleo, en la escuela de sus hijos o su hospital, pero imaginados dentro de unos años. Entenderá de golpe, que es tan absurdo como imprudente no hablar en serio de Europa. Que no le engañen. El domingo puede elegir entre conservar o apostar. Su Europa en una simple papeleta. Usted decide.

Abogado

opinion@correoandalucia.es

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