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"No queremos que nos regalen nada, queremos dignidad"

Docentes sin futuro: El colectivo de profesores sustitutos interinos se planta y exige a gobiernos y Rectorado un plan de estabilidad laboral. Profesores, muchos de ellos con doctorados, acreditaciones, premios e investigaciones, cobran salarios que oscilan entre los 500 y 1.000 euros.

el 15 feb 2014 / 23:49 h.

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Los profesores sustitutos interinos trabajan en las mismas condiciones que sus compañeros pero reciben un salario bastante menor. / J.M.Paisano Los profesores sustitutos interinos trabajan en las mismas condiciones que sus compañeros pero reciben un salario bastante menor. / J.M.Paisano

El rector de la Universidad de Sevilla repite machaconamente que «a los problemas hay que ponerles cara». María, Rosa, Rosalba, Jorge e Ignacio prestan la suya para denunciar el laberinto en el que están encerrados como consecuencia de las políticas del Gobierno central (tasa de reposición), de la Junta (que aún teniendo margen para contratar a ayudantes y ayudantes doctor se decanta por la figura del sustituto interino, bastante más precaria laboralmente) y de la Hispalense, en cuyas manos «hay decisiones que se pueden tomar», afirma Rosa María Giráldez, portavoz del colectivo PSI (Personal Sustituto Interino).

Rosalba Mancinas, profesora en Ciencias de la Comunicación, enseña su nómina: 570 euros. María Martín, docente en Biología y en Ciencias de la Educación, ronda los 600. Ignacio Acosta, de Arquitectura, es el más afortunado: supera los 1.000 euros. Estos salarios, propios de profesionales que están empezando su carrera, son los que perciben profesores con más de tres años de docencia a sus espaldas, varias estancias fuera de la Universidad de Sevilla, por supuesto, el título de doctor (con premio extraordinario incluido), publicaciones e investigaciones, algunos de ellos con una, dos y hasta tres acreditaciones con las que deberían tener ya una plaza fija... La crème de la crème de la Universidad española, en la que se han invertido miles y miles de euros, está hastiada, dolida y enfadada. «No queremos ni pedimos que nos regalen nada. Lo que queremos es dignidad», contesta en un enérgico mexicano Rosalba, con el asentimiento de sus compañeros.

Rosa María, Ignacio Acosta, María Martín y Rosalba Mancinas, en el edificio rojo del campus de Reina Mercedes. Rosa María, Ignacio Acosta, María Martín y Rosalba Mancinas, en el edificio rojo del campus de Reina Mercedes.

¿Pero hay solución? A largo plazo, y con la decisión del Gobierno de taponar la carrera docente con la tasa de reposición, fijándola en un 10%, el futuro no es que pinte negro, es que pinta negrísimo. Los datos facilitados por la Consejería de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo, cifran en 1.172 los profesores que la Universidad de Sevilla perderá en la próxima década, un 25% de una plantilla de 4.689 según datos del curso 2011/2012 [Más datos en la imagen]. Esto hace que currículos de la valía de Ignacio, con la acreditación de contratado doctor, piensen en marcharse en cuanto puedan en busca de mejores condiciones: «Si fuera contratado doctor estaría cobrando exactamente el doble que ahora. Por supervivencia, tengo que estar constantemente demostrando que valgo, que hago cosas... De lo contrario, estaría fuera. En el momento en el que se abra la Universidad de Loyola [iniciativa de los jesuítas], allí que me voy. Y es una pena, con la cantidad de dinero que se ha invertido en nosotros».  Sus palabras son refrendadas por sus compañeras. «Ya lo tenemos hablado con la familia. Es cuestión de dignidad», manifiesta Rosa María.

Dignidad, quizás la palabra que más se repite durante la charla que una representación del PSI mantuvo con este periódico. Y unidad. Los profesores encerrados en este laberinto normativo tienen claro que «la unidad es nuestra única fuerza» para reivindicar a la Junta que convoque sin más dilación plazas de ayudante y ayudante doctor. La confirmación de la Junta en septiembre de que las universidades podrían contratar por necesidades urgentes alrededor de 150 profesores interinos hizo que el colectivo dijera basta ya. Pero el cabreo también se extiende al Rectorado. Los sustitutos interinos son un colectivo que ronda las 130 personas. Sus contratos son a tiempo parcial o a tiempo completo pero sus horas de trabajo valen la mitad que las de cualquier otro profesor. Sí, la mitad, por lo que para llegar a tener, por ejemplo, un trienio deben trabajar más años que otros compañeros de departamento. El PSI reivindica al rector de la Universidad de Sevilla que elimine esta baremación, así como que reconozca el complemento de doctorado, que no lo perciben. «Yo es que esto no lo entiendo, me lo tienen explicar», se queja María. En su lista de peticiones, el colectivo PSI reclama «transparencia» en la convocatoria de nuevas plazas y un plan de estabilidad.

«Al Rectorado le ha estallado este problema en toda la cara», ejemplifica Rosa María. «El PSI –apostilla Ignacio– debe ser eso, eventual. Debe ser una figura a la que recurrir cuando hay una baja maternal o una enfermedad. El problema es que nosotros nos hemos convertido en parte estructural». «Somos del sistema, aunque no nos vean», sentencia María, que continúa: «El profesor sustituto interino es una figura necesaria para tapar agujeros, pero es que ya no estamos tapando agujeros. Y ahora que pedimos estabilidad y dignidad laboral nos dicen que somos demasiado buenos para ser ayudantes. ¡Esto ya es irritar! ¿Ahora vas y me dices que me ignoras?».

El colectivo del PSI ha emprendido una campaña de visibilización de sus problemas en los últimos meses que ha concluido con el rector de la Universidad de Sevilla, Antonio Ramírez de Arellano, sentado en una misma mesa con sus representantes con el fin de buscar una solución. «Decidimos apostar por no convocar una huelga coincidiendo con los exámenes de febrero porque confiamos en la vía de la negociación. Yo confío en el Rectorado y no puedo quedarme sin nada. El señor magnífico [en alusión al rector] no me puede decir que no», afirma con las manos cruzadas a modo de rezo Rosa María.

Ya se han reunido con la defensora de la Universidad de Sevilla, Rosa Muñoz, que, según cuentan los asistentes, se tiraba de los pelos (literalmente) al ver las nóminas de los afectados y las condiciones en las que trabajan. Los años y años acumulados soportando esta precariedad laboral pese a contar con currículos envidiables («como en todos los colectivos, hay gente que es perezosa», reconoce no obstante en voz alta Rosalba) hacen mella en el ánimo y en la vida personal. María aprieta los labios cuando relata las horas y horas de libros, clases e investigación que terminan por la noche con un mamá, es que trabajas mucho». «Yo me busco la vida y hecho horas y horas y horas para que mi hijo me diga al final: es que estás poco en casa». Otros compañeros no han podido casarse, otros tienen aparcados proyectos personales... «Es tal la impotencia y el agravio con respecto al resto de los profesores que ya me da igual ponerme hasta en huelga de hambre», apunta Rosa María, confiando en que el sentido común y el diálogo impidan llegar a una situación extrema.

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