Cultura

Noche en Blanco. Cultura en ebullición

La heterogénea propuesta y el buen tiempo ayudó a vivir una jornada pletórica y en la que todos los públicos encontraron cosas que hacer. Más de uno ya piensa en programar una cada mes.

el 04 oct 2014 / 01:21 h.

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La Fundación Valentín de Madariaga deleitó a los presentes con un desfile de modelos y arte contemporáneo. / Reportaje gráfico: Pepo Herrera y Carlos Hernández La Fundación Valentín de Madariaga deleitó a los presentes con un desfile de modelos y arte contemporáneo. / Reportaje gráfico: Pepo Herrera y Carlos Hernández (FOTOGALERÍA) Por esa costumbre tan sevillana de colgarse el coche al hombro e intentar aparcarlo en la Plaza de San Martín, o si se puede, con un poquito de suerte y una velita a San Pancracio una mijita más cerca de la Campana, el centro de Sevilla ayer entró en ebullición. Dicho de sea de entrada, los próceres de la Noche en Blanco pueden sentirse orgullosos. La ciudad fue tomada. «Sabe usted si hoy hay algo especial. Está imposible el tráfico», lamentaba el taxista. Y a fe que montados en el coche, camino de la Fundación Valentín de Madariaga, y disfrutando de tan otoñal atasco, casi podía tenerse la tentación de pedir al conductor que se alargara un poquito más allá y nos dejara cerquita de la portada de la Feria. Ante la posibilidad de disfrutar de más de un centenar de propuestas culturales, tal vez un desfile de modelos no iba a ser lo que más devoción congregara. Puros prejuicios. Overbooking para contemplar las tendencias de los jóvenes diseñadores de la Escuela Sevilla de Moda. Al fin y al cabo Yves Sant Laurent, que de trapitos algo debía saber, era quien opinaba que «sólo se puede vivir la moda auténticamente desde la cultura». El adobo a tanta gasa la puso una atractiva exposición fotográfica de Martin Chambi basada en instantáneas tomadas en diversas localizaciones de Perú. Aunque más que el altiplano andino las vistosas creaciones del diseñador José Raposo miraban al Aviador de Martin Scorsese con su puntito de estilizado anuncio de Martini. Tras la conveniente dosis de haute couture a la andaluza, los nocheblanqueros pedían a gritos aquilatar el estómago antes de seguir el periplo. Y he ahí, la Feria de las Naciones, siempre tan a mano, dispuesta a servir de abrevadero. Aunque un poquito ajena al fasto, alguien canturreaba en inglés en el escenario. Pero como es normal un viernes por la noche, el respetable estaba con más ganas de museo que de charanga. A pocos metros, los museos Arqueológicos y de Artes y Costumbres Populares mantenían abiertas de par en par sus puertas para servir de avituallamiento al ansioso de cultura. Que ayer era legión. Las colas se agolpaban en el Archivo de Indias. / Reportaje gráfico: Pepo Herrera y Carlos Hernández Las colas se agolpaban en el Archivo de Indias. / Reportaje gráfico: Pepo Herrera y Carlos Hernández Al Arqueológico, a qué negarlo, le faltó un poquito de color. Porque entre tanta esquirla, entre tanta piedra, se echó en falta un no se qué más. Pero como sus asientos de contemplación son cómodos, allá que numerosos visitantes se apostaban para, de paso, enviar un tuit a #NocheenblancoSEV. Ya se sabe que, si no se tuitea, es como si no se está. E ir por ir es pa ná. Gracias a la herramienta virtual del pajarito uno podía saber dónde querer estar. O de dónde mejor huir. Por ejemplo, desde La Mercería de la calle Regina alguien escribía «Lleno total en #lamercería y muchísimas camisas de cuadros para escuchar a @elvirasastre». Pura esencia hipster. Porque no todo va a ser siempre la Sevilla mariana. Aunque, a propósito de ésta, también hubo a raudales, para solaz del capillita o del simple descubridor de tesoros. Iglesias como Santa Marina y la Vera+Cruz abrieron sus puertas intempestivamente para mostrar sus recovecos más íntimos, esos de los que sólo disfrutan los hermanos cofrades, pero los de verdad, los de triduo y quinario fijo. Mucho interés y una pizca de novelería se concentraban en las numerosas almas que hasta bien entrada la madrugada aguardaron cola para adherirse a alguno de los múltiples pases que ofrecieron en ese lugar, de inédito y poco comercial nombre, llamado Garaje Laverán, en la calle Baños, hoy espacio donde el Ayuntamiento de Sevilla ha depositado buena parte de su patrimonio arqueológico. También, y en otro punto, el Centro de la Cerámica de Triana, inaugurado durante la pasada canícula, recibía en unas pocas horas más visitantes de cuantos por él han transitado las últimas semanas. Cuando los impulsores de la Noche en Blanco, a la sazón la Asociación Sevilla se Mueve, puso en marcha el empeño, bien sabían que aquí, en Híspalis, nada gusta más al ciudadano que una aglomeración. Y qué que se pueda visitar cualquier día sin cola. Pudiéndolo hacer mejor en loor de multitudes. Dónde va a parar. No hay color. Y si hace su calor pegajosito, como anoche, mejor, más fantasía de Domingo de Ramos en la salida de La Hiniesta. Una pequeña trabaja con barro en el Espacio Rompemoldes. / Reportaje gráfico: Pepo Herrera y Carlos Hernández Una pequeña trabaja con barro en el Espacio Rompemoldes. / Reportaje gráfico: Pepo Herrera y Carlos Hernández Hubo perlas. Queremos decir, bastantes más de las apuntadas hasta ahora. Como ese aperitivo del Festival de la Guitarra que el músico Francisco Bernier ofreció en el Antiquarium, en el que las visitas guiadas se extendieron hasta las dos de la madrugada. Imperdible fue también la visita a la Fundación Amalio, tesoro de la Plaza de Doña Elvira, que muchos descubrieron por primera vez anoche. O la temprana sesión en el Cicus de la Hispalense, donde 15 creadores mostraron ante el público otras tantas experiencias innovadoras ligadas a múltiples formatos creativos; desde la música contemporánea de Alberto Carretero al trabajo audiovisual de José Ortuño y Laura Alvea, realizadores de The extraordinary tale. Si acaso algo malo tirando para regular diremos es que todo fue con retraso. En algunos casos, los diez minutos de rigor, en otros, unos cuantos más. Porque al final, el programa de la Noche en Blanco es como el gota a gota que guardamos en la chaqueta. Sólo que por la radio nadie te cuenta los minutos de retraso que lleva la presentación de bolsos de Mulas en La seta coqueta, o si ya no cabía un alfiler en el Palacio de los Marqueses de la Algaba a falta de más de media hora para una nueva ruta teatralizada. Querían doblar el número de visitantes. A golpe de ojo, de largo lo consiguieron. La jornada se vivió con idéntico entusiasmo en los lugares más clásicos e institucionalizados, como en las aventuras privadas más urbanas y poco divulgadas. Espacios como Verde Moscú, con la inauguración de una exposición de ilustración; Wabi Sabi Shop & Gallery o Lupulópolis Beer Shop –evidentemente, con una cata de cervezas– bulleron con la Noche en Blanco. Y más de un empresario acaricia ya la idea de proponer que, más o menos, una de estas cada mes podía sentar de maravilla a la economía. Es que el sevillano, cuando se le embauca, gasta más. Como ese matrimonio trianero que por primera vez pisaba anoche el Archivo de Indias y preguntaba lo primero por la tienda de recuerdos. Allí, por cierto, entre la réplica de la carabela Santa María, creada por el joyero turco Avedis Kendir, y una muestra de dibujos sobre la fauna de América, daba gloria perderse por sus inmensos pasillos. Lo diremos aquí por si alguien no ha reparado aún en ello, pero el interior del Archivo es una de las construcciones más impresionantes que se atesoran en Sevilla. Casi tanto como el manuelino Pabellón de Portugal del 29, sólo que lamentablemente el consulado luso no estuvo por la labor de enjaretar un conciertito de fados a la luz de la luna. Otra vez será. Gente, mucha, en Rompemoldes. Más aún en Container-Art; y hasta llegaron ecos de lo bien que lo estaban pasando en la calle Lino, allende en el Polígono Hytasa, con una clase para perderle el miedo a bailar en Love 2 Dance. Y mientras unos practicaban cha cha cha, otros más disfrutaban de los cetáceos en la Casa de la Ciencia. Cultura, en fin, de sevillanas e internacionales maneras. Olé.

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