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Nos faltan un par de veranos

el 11 ago 2012 / 19:34 h.

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Ruth Beitia ha acabado cuarta en los Juegos de Londres.
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La previsión del tiempo daba de lunes a viernes 40º, 39º, 38º, 39º, 40º. Mientras mucha gente huiría al ver estas temperaturas, para los sevillanos que se quedan en la capital durante el verano se convive con el calor como en el día de la marmota. Comprenden cómo sientan 40º, a diferencia de 36º o 37º, y el auxilio que supone la más mínima ayuda de la naturaleza, como una brisa que mueva el aire por las noches.

Para mí, un estadounidense que se enfrenta a su primer verano en Sevilla, la primera reacción al ver la previsión fue instantánea:_abrí una pestaña nueva en internet, busqué un conversor de temperatura y fui introduciéndolas una tras otra, incrédulamente, repitiendo las dos últimas por si acaso. Aunque ya sé cómo sientan los 40º, hasta que veo las temperaturas en grados Fahrenheit no logro procesar la intensidad del calor que me agobia.

Si 40º parece mucho, ¿qué tal suenan 104ºF? Por lo general, se alcanzan unas temperaturas por encima de los 100ºF en el Old West, los estados desérticos de los EEUU: Arizona, Nuevo México, Tejas o el famoso Valle de la Muerte.

Pero antes de sufrir el calor de Sevilla, mi primera experiencia fue escuchar a la gente quejarse. Me fijé en que lo primero que uno hacía al llegar a su destino después de estar fuera era sentarse, respirar hondo y resoplar de forma exagerada, para por fin exclamar, para uno mismo pero en voz lo bastante alta para que los demás lo oigan: "¡Qué calor!".

Mi reacción a ver esta actitud tan repetida y compartida fue pensar que los ciudadanos de Sevilla a lo mejor eran un poco quejicas, y que tanto jamoncito de pata negra, o el fluir de la famosa fresquita habían hecho que perdieran su aguante. Las calles están despobladas como en los pueblos abandonados de los estados antes mencionados de 14.30 a 18.30, por cuestión de capacidad física y sentido común. Recuerdo muy bien el día que, al intentar reunirme con un amigo sevillano, me preguntó que a qué hora quedaríamos, y yo, con ganas de aprovechar la tarde, le contesté que a las 18.30. Le escuché reírse, replicando: "Si quieres, vale, pero sabes que hay que ser muy buen amigo para quedar a esas horas, ¿no?".

Al final tuve la ocasión de comprobar la fuerza de la temperatura porque vino de visita un amigo de los EEUU y de repente me enfrenté a la situación que viven la mayoría de los turistas que vienen a la ciudad en estas fechas. Tienen tres o cuatro días para vivirlo todo y por tanto, tienen que aprovechar cada instante. Luego pasarán un día en Córdoba, dos en Granada, cuatro en Barcelona. Pero ahora, Sevilla a tope.

Mi amigo vive en Arizona y aunque le avisé de que hacía bastante calor, sabía que sospechaba que no haría tanto como en su estado. Por tanto, el primer día de su visita planificó una jornada completa de actividades y allí estuvimos sobre las 9.30 de la mañana, haciendo de turistas. Zigzagueamos por calles como Siete Revueltas -una de mis preferidas de la ciudad- y las del barrio de Santa Cruz, a menudo chocando con grandes rebaños de turistas que seguían devotamente la bandera que sujetaba en alto un guía mientras reproducía fechas y hechos recién memorizados de su libro.

Al ser por la mañana, aguantamos el calor más o menos bien y llegó el momento en que mi amigo quiso dejar las calles y visitar el Alcázar. Quedamos a las 14.30 en el Patio de Banderas, para ir a la Taberna Coloniales a tapear.

A las 14.10 salí desde la calle Feria en bici hasta el punto de reunión. Llevaba un bolso que me atravesaba el pecho y que al quitármelo dejó la banda diagonal de sudor que me mancha las camisas a diario. Encontré la sombra, saqué la obligatoria botella de agua y esperé a mi amigo.

 

sin aliento. No había conseguido recuperarme cuando apareció, completamente desaliñado y empapado en sudor. Tenía el pelo revuelto a base de repetidos intentos de quitárselo de la frente. Su cara estaba acalorada y llevaba una botella de agua en la mano. "1,50 por la botella pequeña", graznó, sacudiendo la cabeza. Tenía pinta de estar totalmente deshidratado y era obvio que no había parado en todo el día. No esperaba que hablara mucho, y menos lo que me preguntó: "¿Vamos a disfrutar de la famosa gastronomía española o qué? Tengo que recargar las pilas, me queda mucho por ver esta tarde. Por cierto, el Alcázar es una maravilla". Y arrancó atravesando el sol, sin más, hacía los Coloniales.

Me quedé impresionado. No voy a negarlo: llega a hacer un calor espantoso. Pero por cada día que hace 42º hay otros con 34º, y por ingenuos o valientes, los turistas eligen a visitar a Sevilla entre tantísimos sitos. Y muchas veces son los propios sevillanos los que quedan sorprendidos cuando describen todo lo que han visto en su visita, incluyendo algún sitio que les queda pendiente en su propia ciudad. Es cierto que ahora hace calor, pero luego habrá obligaciones de trabajo, el año escolar arranca con todas sus responsabilidades y durante los festivos y hay demasiada gente en la ciudad... Al final, puede que a los que visitan la capital en estas fechas les falten un par de veranos, pero puede que a los sevillanos también.

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