Anton Steck vino anoche a sumarse a la ya larga lista de prestigiosos solistas que se han puesto al frente de nuestra joya barroca, y lo hizo en el marco del tradicional concierto de Santo Tomás con el que la Universidad honra a su patrón. Enhorabuena por confiar este homenaje a tan espléndido conjunto, que abordó con aplomo y elegancia una página tan arraigada en el subconsciente popular como Las cuatro estaciones.
Steck ofreció una visión personal de estos cuatro conciertos, enfatizando sus sonidos onomatopéyicos, de forma que cobrara especial intensidad esa imitación a la Naturaleza y sus agentes en que consiste su muy precisa escritura. El refuerzo de la cuerda -bastaría un instrumento por sección- dio al conjunto una brillantez y una majestuosidad que la acústica de la Anunciación se encargó de multiplicar.
Un par de conciertos, de Locatelli y Bonporti, éste recuperado hace sólo unos años en su ciudad natal, Trento, completaron el programa. En ellos Steck exhibió un sonido sedoso y aterciopelado; en Vivaldi hubo también lugar para la aridez. El conjunto brilló en coherencia, coordinación y contraste, logrando una vez más transmitir el entusiasmo que caracteriza sus interpretaciones.
