Cultura

Ocho libros a la vez y casi sin dormir: así crea el escritor Fernando de Artacho

No es para el Guinness, pero casi. Duerme cuatro horas -siesta incluida- y está escribiendo ocho libros a la vez. "Cuando me aburro de uno, desconecto y me paso a otro", dice. Entretanto, investiga, lee y degusta su Sevilla eterna... Es Fernando de Artacho, prolífico e insomne como pocos.

el 16 sep 2009 / 07:42 h.

No es para el Guinness, pero casi. Duerme cuatro horas -siesta incluida- y está escribiendo ocho libros a la vez. "Cuando me aburro de uno, desconecto y me paso a otro", dice. Entretanto, investiga, lee y degusta su Sevilla eterna... Es Fernando de Artacho, prolífico e insomne como pocos.

Frunce el ceño si se le compara con el best-seller sevillano José María de Mena, denostado por los historiadores pero con una cohorte de seguidores que ya la quisieran muchos. Pero claro, es el riesgo que se corre al presentarse ante la prensa con un libro bajo el brazo titulado 'Narraciones y leyendas de Sevilla' (Algaida).

Teniendo en cuenta que De Mena es el rey de las leyendas de la ciudad, el paralelismo estaba cantado. Pero no, insiste Fernando de Artacho: cualquier parecido es casual... Y eso que también apunta maneras de superventas...

En su nuevo libro impreso -con él hay que escribir en estos términos porque, como dice con una sombrosa tranquilidad, como si ello fuera común, asevera que "tengo ahora mismo ocho abiertos"- recoge diez relatos en los que le toma el pulso a variopintos sucesos históricos de la ciudad, unos más pretéritos que otros, además de colar algún que otro homenaje familiar.

Es el caso del que tributa a su bisabuelo, el americanista Vicente Lloréns y Asencio, con un claro propósito: evocarle y, de paso, recordar que él fue el "promotor de la Cabalgata de los Reyes Magos".

-¿Pero el alma máter del asunto no fue José María Izquierdo?

-No, la idea fue de mi bisabuelo y él mismo la costeó. Él fue tanto el alma máter como el 'pagáter'... Lo que pasa es que su figura ha sido muy ignorada...

-Y para corregirlo está usted, o más bien, su pluma, ¿no?

-En ello estoy. Le hace falta una biografía, aunque sea corta. Se la debo... A ver si puedo...

No será por falta de tiempo ni de inspiración. Historiador, escritor, licenciado en Derecho, experto en Genealogía, Heráldica y Nobiliaria -con cuyas investigaciones, confiesa, disfruta como un niño con un juguete-, De Artacho es un tipo que reconoce haber estudiado "de todo". Su curiosidad no tiene límites, y su pluma tampoco. "Será que duermo muy poco, si acaso cuatro horas al día...".

-¿Cómo hace para escribir tanto?

-Tengo mucho tiempo libre. Me siento en mi despacho, me pongo la tele (porque sin ella no me concentro) y hala, a escribir. Y cuando me aburrro de lo que escribo, cambio el chip y me paso de una historia a otra. Como tengo tantas abiertas.

-Lo dice como si eso fuera tan fácil...

-Para mí sí, y no es vanidad. Es enchufarme los documentales en la tele, así bajitos, como de fondo, y me brotan las palabras. Así es que tengo abierto un libro sobre asuntos nobiliarios, otro sobre el humor de nuestros abuelos, estoy escribiendo la segunda parte de mi novela Hija de la Iglesia...

Con esta novela, 'Hija de la Iglesia', editada en 2004, comenzó su periplo novelístico ante el gran público. Hasta entonces había dado a la imprenta varios estudios históricos, pero nada que le sacase del anonimato. Y la referida novela histórica "fue la más vendida de la Feria del Libro de Sevilla en su momento", refiere orgulloso.

Después llegarían 'Las dos verdades' (2005), 'El enigma de la Santa Espina' (finalista del Ateneo de Novela en 2003), 'La gubia del Alumbrado' (I Premio Ateneo de Sevilla de Novela Histórica) y 'El trono y el altar' (2008).

-¿Tanta cantidad no merma la calidad?

-Si supiera usted la de novelas y poemarios que he quemado... Lo menos una docena. Hubo un tiempo en que no daba nada a la imprenta. Pero no me arrepiento, me lo tomo como ensayos previos a mi irrupción como novelista. Y le digo: prefiero escribir mejor y vender menos. No escribo para vender. No me hace falta, la verdad.

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