Cultura

'Origen': Soñando soñé que soñaba despierto

EEUU. 2010. Dirección: Christopher Nolan. Argumento: Dom Cobb es el mejor en el arte de extraer ideas de las mentes de las personas dormidas, pero el último encargo que recibe puede superarle. Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Ken Watanabe, Joseph Gordon-Levitt, Marion Cotillard, Ellen Page. Guión: Christopher Nolan. Fotografía: Wally Pfister. Color. Música: Hans Zimmer. Duración: 148 minutos. 13 años. Calificación: ****

el 10 ago 2010 / 20:03 h.

Hace once años, exactamente un 23 de junio de 1999, llegaba a las pantallas españolas una cinta que, saliendo casi de la nada, había arrasado en Estados Unidos convirtiéndose en el filme del que todos hablaban y transformándose rápidamente en un fenómeno social como pocos antes se habían conocido.

Para aquéllos que hayan estado durmiendo la última década, la cinta fue Matrix, una película que, para bien o para mal, cambió de forma radical cómo se hacía cine hasta entonces. Y quizás me esté apresurando al afirmar lo que estoy a punto de afirmar, pero este Origen es muy probable que suponga para la década que arranca este 2010 lo que Matrix supuso para la anterior, una auténtica revolución en las formas de hacer cine cuya mayor diferencia con la producción de los Wachowski es que, aunque cuenta con fascinantes propuestas en el campo de los efectos visuales, no supone la gran innovación que el bullet-time de aquélla sí planteó.

Y es que la cinta de Nolan va por otros derroteros que, si bien comparte ciertos mimbres básicos con Matrix (sobre todo en lo que se refiere a nuestra percepción del mundo que nos rodea y a esa finísima línea que separa lo real de lo onírico), pronto establecen ciertos parámetros que la sitúan como una de las propuestas más novedosas y alucinantes que hemos tenido la ocasión de ver en muchos años.

El primero de ellos (el más superficial) es la actualización que Nolan efectúa sobre las fórmulas de las secuencias de acción: diseminadas con genialidad a lo largo de la cinta, las diferentes set-pieces van acumulando momentos de auténtico genio que en ningún momento pueden prepararnos para lo que se nos viene encima en ese asombroso clímax de 40 minutos que cierra el metraje.

En él, Nolan juega con cuatro estratos diferentes, cuatro acciones paralelas que van sumando capas de información ante las que uno no puede hacer otra cosa que descubrirse. Desde su claridad narrativa (derivada de un clasicismo de formas del que deberían aprender muchos de los realizadores de moda) hasta su planteamiento formal (cada una de ellas tiene lugar en una localización diferente y con escalas muy distintas), dichas secuencias dejan con la boca abierta al espectador más avezado.

Pero donde realmente triunfa Origen es a la hora de plantear un guión como nunca hasta ahora habíamos visto. Desarrollando una idea que ha tenido muchos años para cultivar, Nolan somete al espectador a un ejercicio narrativo en el que no somos tratados como una mera masa de carne con ojos, sino como entes inteligentes a los que no hay que dar todo mascadito.

Desde esta posición, el realizador de Memento (filme con el que comparte no pocas concomitancias) estructura una cinta en la que se reta constantemente al espectador a no perder detalle de lo que sucede en pantalla, conformando así un fastuoso espectáculo visual del que es imposible apartar la mirada: sus dos horas y media de metraje pasan en un suspiro y cuando las luces de la sala se encienden, uno es plenamente consciente de haber asistido a una de esas raras películas sobre las que no se puede dejar de pensar días después de haberla visto.

Tal es su calado y tales los magistrales resultados que se derivan de la que, si nadie dice lo contrario, será sin duda alguna la mejor película de este año.

  • 1