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Otro Betis es posible: el orgullo bien entendido (y explotado) contra el fatalismo

LA CONTRACRÓNICA. El Betis necesita escapar de esa resignación histórica que parece perseguirlo. ¿De verdad no hay cimientos para que esté más de diez años seguidos en Primera o para que gane más de un título cada treinta y pico años?

el 23 mar 2014 / 21:53 h.

Tres días después de fallar el penalti del derbi, el beticismo aplaudió a Nono / Ramón Navarro Tres días después de fallar el penalti del derbi, el beticismo aplaudió a Nono / Ramón Navarro Cualquiera de las miles de lágrimas derramadas por los béticos en la madrugada del viernes seguramente contenía pena y orgullo a partes casi iguales. El orgullo es el resultado inevitable del amor que un seguidor siente por su equipo, como un buen hijo quiere a sus padres, que no serán los más guapos ni los más ricos del mundo pero para él son, seguro, los mejores. La pena es el resultado inevitable del dolor por una catástrofe de esas dimensiones y por supuesto es una reacción humana y comprensible, pero jamás puede ser la base de un club de fútbol. El orgullo sí. El orgullo bien entendido, claro, y acompañado de otros pilares menos abstractos, porque el orgullo ni mete goles ni garantiza victorias. El Betis los tiene, y además en abundancia: una masa social ingente y entregada en las duras y las maduras, recursos para generar millones y millones (televisión, mercadotecnia), una ciudad en la que cualquier futbolista estaría encantado de jugar... El manque pierda y el romanticismo son inevitables, pero ¿es imprescindible seguirlos al pie de la letra? Eso conduce a la resignación, que a su vez conduce a la dejadez, que a su vez conduce a la mediocridad. Frente a la resignación, exigencia. Frente a la dejadez, la rebelión. Frente a la mediocridad, la ambición. ¿De verdad no hay cimientos en el Betis para estar más de diez años seguidos en Primera?¿Ni para ganar más de un título cada treinta años y pico? El Betis está como está por muchos problemas, algunos ajenos a su voluntad pero otros muchos no. Reconocerlos, analizarlos a fondo y resolverlos será el primer objetivo de quien se digne a mandar en Heliópolis desde junio si de verdad quiere modificar esa parte tan dañina de la esencia del club. Otro Betis es posible, que diría un político. ¿O será que no lo es? 51 puntos separan al Betis del Atlético. Quizá por esa diferencia pensó Estrada Fernández que debía aplicar las mismas reglas de manera distinta. Si no, no se explica por qué una mano de Braian Rodríguez es amarilla pero una mano de Mario no es nada. O por qué considera más punible una protesta educada de Jorge Molina por un golpe de Miranda que el propio golpe de Miranda. O por qué Diego Costa es intocable.  

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