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Cultura

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Peter Cherry se posiciona a favor de la autoría de Velázquez de ‘La educación de la Virgen’. Algunos ponentes del simposio prefirieron abordar ayer obras diferentes como ‘La mulata’.

el 16 oct 2014 / 22:11 h.

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Detalle de la obra La mulata, de Velázquez, en la que se rastrea la influencia de la mano de obra negra en la época. / El Correo Detalle de la obra La mulata, de Velázquez, en la que se rastrea la influencia de la mano de obra negra en la época. / El Correo Prosigue en el Espacio Santa Clara el simposio internacional El Joven Velázquez y lo hace entre la controversia que sigue suscitando el cuadro La educación de la Virgen, que centra la exposición que anima estas jornadas, y el normal procesionar de los conferenciantes que deciden omitir la polémica y acercarse a otros aspectos colindantes que sirvan para entender mejor el periodo temprano creativo de Velázquez, como así hicieron ayer los especialistas Luis Méndez Rodríguez y Tanya Tiffany. Quien no esquivó ayer el debate sobre la autoría de la obra –por la que el Ayuntamiento de Sevilla junto un equipo de especialistas de Yale ha apostado firmemente por adjudicársela al autor de Las Meninas– fue el profesor del Trinity College de Dublín, Peter Cherry. Este afirmó ayer que el encuentro constituye una «oportunidad única» para «resolver» el problema pues después de que John Marciari expusiese su tesis a favor de la autoría, «la gran opinión en contra es la de Brown, porque los demás [expertos] no hemos opinado demasiado». «Yo creo que en este simposio se va a resolver», consideró Cherry, para quien los ponentes y expertos involucrados en la materia incurrirían en una «falta de respeto» si no salen de este cónclave con una solución a la incógnita. Cherry descartó que Jonathan Brown haya polemizado en cuanto a la autoría o no del cuadro, porque «él es absolutamente coherente y cuestiona las cosas como se cuestionan a la hora de ser un científico». «Así es como se practica la historia del arte», dijo. Por lo que a él mismo se refiere, Peter Cherry admitió que «cada vez» está «más convencido» de que el lienzo pertenece a Velázquez, pese a que «llegué con una opinión contraria». «Hoy, por primera vez, he visto el cuadro en persona. Es un cuadro muy bueno, aunque está en muy mal estado, pero creo que puede ser de Velázquez no sólo por las técnicas usadas, sino por la manera de enfocar, su naturalidad...» Por su parte, en la jornada de ayer le precedió en el simposio el profesor de la Universidad de Sevilla Luis Méndez, quien se adentró en el universo de la cultura sevillana durante los años de formación de Diego Velázquez. Para ello se centró ampliamente en la obra La mulata(1620). «Sevilla fue receptora de mano de obra esclava. Desde Velázquez y hasta los más humildes artesanos contaron con esa mano de obra», detalló. «Incluso en el Lazarillo de Tormes se dice que la madre del protagonista tiene un negro», abundó. «También Lope de Vega se hará eco del asunto y, por supuesto, Velázquez no permaneció ajeno a una cuestión cultural en la sociedad de entonces, como testimonia una obra como La mulata». Sin embargo, sí que no entrarán en su obra –«aunque sí que lo harán en trabajos de otros autores»– aspectos como «el no control de las pasiones que se asociaba con los negros». El tema, que también hará suyo Góngora, «llegará hasta el siglo XX con la película El negro que tenía el alma blanca», dijo. Desde la Universidad de Milwaukee (EEUU), Tanya Tiffany eludió también todo pronunciamiento al respecto de La educación de la Virgen y se centró en el conocido retrato velazqueño de Madre Jerónima de la Fuente –en exposición en el Museo del Prado– quien, «probablemente», explicó, «durmió en este Dormitorio Alto de Santa Clara en el que hoy nos encontramos». «Velázquez hizo dos versiones del retrato de cuerpo entero», dijo Tiffany en una intervención en la que se detuvo en aspectos biográficos de la Madre Jerónima, «primera monja que fundó un convento en Filipinas». «La obra fue atribuida a Luis Tristán hasta que en 1926, al procederse a una limpieza con destino a una exposición, apareció la firma ‘diego Velazquez.f.1620’», explicó. «La monja aparece en pie, llenando con su sola presencia un espacio desnudo, sin más notas de color que la carnación de los labios y el rojo del filo de las hojas del breviario cerrado que recoge bajo el brazo izquierdo; viste el hábito marrón propio de las clarisas apenas diferenciado del fondo, sequedad que obliga a dirigir la vista al rostro duro de la monja», abundó.

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