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Paisaje y paisanaje

Cada año, cuando se acercaba la Semana Santa los periódicos del XIX comentaban cómo afeaban una Sevilla llena de viajeros gentes llegadas de los pueblos para ganarse el pan en los oficios menos demandados, hacían de mozos en cosarios y tabernas, pedían limosna...

el 16 sep 2009 / 00:46 h.

Cada año, cuando se acercaba la Semana Santa los periódicos del XIX comentaban cómo afeaban una Sevilla llena de viajeros gentes llegadas de los pueblos para ganarse el pan en los oficios menos demandados, hacían de mozos en cosarios y tabernas, pedían limosna o cantaban saetas por las esquinas sólo para que los viandantes les echaran algunas monedas, sin necesidad de que pasara por allí una cofradía. Algunas de sus coplas, referidas a las de su localidad, se quedaron y se cantan por aquí distorsionadas, como la carcelera de la Soledad que en Sevilla no pasó nunca por ninguna cárcel.

Después llegó la vespa y el seíta y los pueblos tomaban festivamente el casco histórico, mayormente el Domingo de Ramos y el Viernes Santo con El Cachorro como flecha de brújula. Ahora, cuando casi todos los pueblos han asumido los cánones pasionistas sevillanos, venir hasta aquí esos días ha dejado de tener aliciente. Anteayer se dejaban caer los agricultores para protestar por los precios bajos en origen de los productos que cultivan. Expresar el descontento ante situaciones y medidas económicas es un derecho incuestionable y venir de manifestación a la capital, práctica consagrada hace tiempo como consuetudinaria.

Pero una cosa es ejercer el derecho a la libre expresión y ocupación y otra muy distinta hacerlo sin miramientos. Tras su manifestación ante la Casa Rosa, a parte del monumental atasco -ya también consuetudinario- el pavimento de esa calle y las adyacentes era un gigantesco contenedor de pancartas, banderas de plástico por las que han optado todas las organizaciones políticas y sociales tras hacer profesión de ecologismo, panfletos, restos de periódicos? Aquello volvía a ser el paisaje para después de una batalla tan pacífica como sucia. Aquello era el paisaje del paisanaje del XIX.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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