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Pedestal para Manolo Valdés

Me llama desde Los Ángeles el embajador Chencho Arias para que le confirme si es cierto que las esculturas de Manolo Valdés, expuestas al aire libre en la sevillana Alameda de Hércules, han aparecido pintarrajeadas siendo así objeto de la peor acción vandálica contra la Cultura.

el 14 sep 2009 / 20:45 h.

Me llama desde Los Ángeles el embajador Chencho Arias para que le confirme si es cierto que las esculturas de Manolo Valdés, expuestas al aire libre en la sevillana Alameda de Hércules, han aparecido pintarrajeadas siendo así objeto de la peor acción vandálica contra la Cultura. Le digo que sí, naturalmente, y le envío la dirección on line de este periódico para que pueda ver por Internet el atropello cometido con la obra de uno de los más grandes artistas de nuestro tiempo.

Manolo Valdés (Valencia, 1942) reside desde hace años en Nueva York. Allí pude admirar por primera vez dos de sus Meninas que decoraban los salones de la residencia del embajador de España ante la ONU, a la sazón Chencho Arias. Unas esculturas clónicas de las que han dado la vuelta al mundo, junto con otras reinterpretaciones inspiradas en clásicos de Rembrandt, Rubens, Matisse o Velázquez. Diecisiete de ellas están ahora expuestas para disfrute del público en ese salón sevillano de tantas resonancias artísticas populares.

Preocupa en grado extremo que habiten entre nosotros individuos de tan poco talento y tanta insensibilidad capaces de perpetrar un atentado como el que ha quedado rubricado con pintura blanca sobre la majestad de estas singulares esculturas, prodigio, ahora sí, del talento y de la sensibilidad de un artista consagrado en vida por su inmarcesible y prolífica obra. Su exposición antológica del verano pasado en el Museo Reina Sofía de Madrid dio la dimensión de este artista grande entre los grandes. Que unos gamberros rematen la noche de botellonas poniendo su indeseable tatuaje sobre los bronces indefensos es, además de una felonía, la prueba inequívoca de que a nuestra ciudad le faltan algunas cochuras para alcanzar un cierto grado de temperatura cultural.

No se si al alcalde se le habrá ocurrido algún desagravio a Manolo Valdés aparte, como es lógico, de la limpieza y reparación de sus esculturas. Pero al igual que el Ayuntamiento de Madrid adquirió dos de las mejores gordas de Botero para exorno de la Castellana, el de Sevilla podría hacer lo propio con alguna de las que nos visitan en la Alameda y situarla de forma permanente en aquel recinto urbano. Eso sí, con pedestal para que, elevada a cierta altura, la Menina no pueda ser objeto de pìntadas y otras vejaciones. Aunque es verdad que son esculturas ideadas y fundidas para codearse con la gente de a pie.

Pónganse nuestras autoridades locales a trabajar en lo que verdaderamente importa y que debe ser el corolario de esta acción vandálica: hay que dar a la gente joven alternativas de ocio que contribuyan a su educación. Ya que no hay guardias que vigilen las esculturas contrátese a estudiantes de Bellas Artes que expliquen a los agresores en ciernes y demás transeúntes el sentido icónico, la soberbia madurez artística y el portentoso devenir del proceso intelectual del autor hasta llegar a estas formas, expresión del arte en estado puro.

Francisco Giménez-Alemán es periodista

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