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Cultura

Pellizcos jondos en El Cerro

El Cerro de San Juan, de Coria del Río, acogió la IX Noche Flamenca El Cerro, organizada por el Ayuntamiento de Coria del Río en colaboración por la Peña Flamenca Paco Mazaco. Foto: El Correo.

el 15 sep 2009 / 07:28 h.

El Cerro de San Juan, de Coria del Río, parece que fue creado para que se celebrara en él una noche flamenca como la que vivimos el pasado viernes. Es un mirador lleno de flores desde donde puede verse el Guadalquivir. Se podría echar una caña y pescar albures, de lo cerca que está el río.

En este rincón único del planeta tuvo lugar la IX Noche Flamenca El Cerro, organizada por el Ayuntamiento de Coria del Río en colaboración por la Peña Flamenca Paco Mazaco. A pesar de no ser un cartel de figuras, salvo El Cabrero, el remozado patio del colegio albergó a 400 aficionados; por cierto, de una calidad extraordinaria.

El festival comenzó media hora tarde y fue una joven cantaora de Sanlúcar de Barrameda, Cintia Merino, sobrina de Las Carlotas, la encargada de preparar al público. Actuaba como ganadora del concurso flamenco de la peña flamenca y gustó mucho. Con la guitarra de Manuel Lin, esta cantaora fue capaz de poner a todos en pie con un fandango de El Gloria, cantado con garra y velocidad. Lo puede poner en su historial artístico, porque Coria sabe de cante.

La bailaora sevillana Lola Jaramillo y el bailaor vasco-sevillano Jesús Herrera dieron un espectáculo vistoso, largo y con detalles que gustaron a los entendidos. La bailaora bordó unas alegrías, con bata de cola, con hermosos paseos y una manera muy flamenca de llamar al cuadro; por cierto, un cuadro magnífico con El Canastero, Moi de Morón, José Anillo y Eugenio Iglesias. El bailaor tiene maneras, pero debería pararse un poco y mejorar técnicamente, al menos lo justo para no descomponer la figura en esos giros sorprendentes que suele dar. En el fin de fiesta que ofrecieron bailó una niña de El Canastero que, de aquí a unos diez años, puede dar que hablar. Con sólo cinco años y una cara que hubiera pintado Zuloaga, se marcó unas bulerías que pusieron los pelos de punta. La segunda parte, que volvió a iniciarse con retraso, comenzó con el anunciado homenaje al pueblo japonés. El Ayuntamiento le hizo entrega a la secretaria del embajador de Japón en España, Ishumi, ante la ausencia de éste, del noveno Camarón de Oro en reconocimiento a la labor del país asiático en la difusión del flamenco. Todo un detalle, sin duda. El cantaor Segundo Falcón le puso ganas pero, salvo en el fandango final, al estilo de Paco Toronjo y alejado del micrófono, apenas conectó con el público. Le faltó quizá algo de pericia a la hora de elegir los palos, por lo tarde que salió al escenario. Sin embargo, y muy bien acompañado por Paco Jarana, se empeñó en dar un recital serio y lo hizo, con buenas maneras en las soleares trianeras y en las alegrías, ciertamente personales.

Ya por último, El Cabrero y su magnífico guitarrista Rafael Rodríguez cerraron una noche que acabó demasiado tarde si tenemos en cuenta que el cartel era corto. El cantaor de Aznalcóllar estuvo formidable, entregado con la voz como en sus mejores tiempos y con una profundidad en las soleares y en las seguiriyas que nos llegó a recordar la de Juan Taleg.

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