Hay un axioma futbolístico que dice que equipo que perdona termina perdiendo. Al Betis le pasó en Villarreal. Un equipo que domina a su placer en el primer tiempo y que tiene ocasiones variadas y diversas, que ve cómo se le esfuman, unas por falta de acierto en el remate y otras porque sus adversarios sacan balones con el portero batido y se mete en el descanso con un escuálido 0-1 termina metiéndose en una espiral peligrosa cuando su adversario es un equipo de alta competición.
El gozo en un pozo. El segundo tiempo del Betis es diametralmente opuesto al del primero. El Villarreal despierta, el Betis da un paso atrás porque los de Pellegrini, con sus cambios, son muy diferentes y en dos minutos, los que van del 68 al 70, con los goles de Gonzalo, en fallo garrafal de Mehmet Aurelio, y Llorente le dan la vuelta al marcador.
Es indudable que el Betis ante todos los grandes ha podido sacar un resultado muy diferente de haber tenido más gol o haber sacado adelante las posibilidades que tuvo de gol en todos los partidos. Ahora bien, la realidad es muy distinta porque sólo ha sacado un punto ante el Sevilla y en el resto -Barcelona, Real Madrid y Villarreal- la derrota le ha acompañado y tendrá que apretarse los machos para poder jugar esa otra liga que empezará frente al Mallorca cuando se reanude la competición tras el parón por los partidos internacionales.
Conclusiones. En fútbol siempre se deben sacar conclusiones. En el Betis de estos inicios, al tener unos resultados negativos, sólo puede quedar el buen juego que es la esperanza a la que deben asirse técnicos y aficionados y esperar que el gol, su gran asignatura pendiente, aparezca ante contrarios donde los puntos no se deben ni pueden dejar escapar.
