Cultura

Pérez Villalta se desnuda con palabras

Confesiones personales y reflexiones artísticas guiaron un apasionante recorrido en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.

el 10 dic 2013 / 23:30 h.

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Derribando ese absurdo axioma que dicta que el arte no ha de ser explicado, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo invitó ayer a Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948) a comentar la exposición Souvenir de la vida que el espacio acoge hasta el 12 de enero. El artista gaditano podía haber optado por comentarios elusivos o circunloquios trascendentales, pero optó por lo inesperado: desgranó cada trabajo expuesto con inequívoca voluntad didáctica, lo que se ve es esto y no lo otro y está ahí por esta razón y no por la otra.

Una treintena de personas acompañaron un recorrido sorprendentemente pormenorizado que constituyó una lección de arte y de vida. “Estudié Arquitectura, pero abandoné los estudios porque los catedráticos eran idiotas y la carrera una gilipollez”, dijo refiriéndose a sus primeras obras, de una mayor explicitud geométrica. No tardó en aparecer el Pérez Villalta contestatario y a contracorriente. Porque ante un lienzo como Autorretrato por la mañana (1973) el espectador tiene que claudicar: o está ante la obra de un grande o tiene ante sí a un icónico pintor regresivo. “Dejé de creer en la modernidad cuando la vanguardia dejó de ser vanguardia y se convirtió en academia”, afirmó, refiriéndose a un trabajo figurativo en el que se entreveran guiños burlones a Kandinsky, Gordillo y Vasarely, entre otros.

En todo caso, las etapas en su trayectoria se mezclan y revolucionan con innumerables intereses: arquitectura, mitología, religiosidad, iconografía gay... Ante el imponente cuadro Vida (Descendimiento) de 2005, Pérez Villalta confesó su íntima ligazón con él: “Lo pinté inmediatamente después de la muerte de mi padre y nunca he sentido de una manera tan fuerte la presencia del deceso como creando esta obra, en la que dibujé a personajes cuyo líquido vital se derrama y hay una Magdalena representada por un girasol que gira buscando siempre a Cristo”.

“La vida sirve para tener la consciencia de la belleza”, un hito en el centro de la sala advierte con este mensaje al espectador del sentido profundo de toda la obra artística que le circunda. “Siempre he hecho cosas que chirriaban con el momento pero esa manera de proceder ha sido mí guía; hacer siempre lo contrario de lo que se llevase”, dijo después el creador de una colección que parece buscar el hedonismo estético y la reflexión simbolista antes que la trascendentalidad metafísica.

En el atrio, y vigilados por dos diminutos crucíficados híbridos entre cierta idea del románico y una querencia daliniana, Pérez Villalta siguió desnudando su quehacer:“No tengo límite a la hora de investigar cualquier cosa”, afirmó refiriéndose a sus obras Creación y Faz –ambas de 1995– y aunadoras de una personalísima espiritualidad. Antes, frente a Víspera de Pascua, el pintor descifró parte de su prolijo simbolismo originado después de “una dolorosa ruptura” y en el que se concentran sacrílegamente el Espíritu Santo y el Cordero de Dios, también el sexo y drogas como el opio, la marihuana y la cocaína.

En su Visión de Andalucía (1980) el artista detalló cómo decidió entonces homenajear el mundo del cómic a través de una serie de estampas “muy datadas” en el concentró algunas de sus pasiones de aquella época. Una de ellas, el boom arquitectónico y sociológico de Torremolinos y la Costa del Sol centrará luego un viaje audiovisual plagado de anécdotas, como su personal afán por retratar boticas:“En la España cutre y gris de los 70 lo único novedoso eran las fachadas de algunas farmacias”, dirá. Ante un público encantado con la delectación con la que Pérez Villalta mimó verbalmente cada uno de sus trabajos expuestos, llegarían después los detalles sobre su colección de pequeños objetos, las series de cerámicas y los óleos centrados en el retrato de fornidos hombres en plena demostración de vigor sexual.

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