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Piccadilly O'Donnell

La moda de los telones publicitarios en las obras se impone en el centro

el 23 sep 2011 / 19:13 h.

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Así se veía estos días atrás desde la Campana la desembocadura de la calle Velázquez. Faltaba el ‘bobby’ con el silbato.

Por allí, piccadilly, como no sea el de Blanco Cerrillo o cosa así, poquito. No es Londres, no lo es, esta esquina peatonalizante de O'Donnell y Velázquez, tal y como se ve desde la Campana. Sin embargo, el edificio de la esquina, tomado enteramente por la publicidad, recuerda en algo al de la célebre plaza londinense de Picadilly Circus, en el West End.

Parece ser que el nombre le viene no de la gastronomía, sino de cierto tipo de collares que hace un siglo vendía un señor en esa confluencia. Y la verdad es que tampoco escasean los collares por este circus de O'Donnell, repleto de paisanos y forasteros con sus tenderetes hippies y sus marroquinerías, o lo que sea que vendan barato para que la gente se lo cuelgue. Todo concuerda.

La propia Campana también ha probado las delicias de estos telones publicitarios, al igual que la Plaza del Salvador (¿recuerdan el jamón, la pinta que tenía?) y otras esquinas y fachadas. Es la moda. Mientras, en la Avenida, una lonita con una verja pintada cubre el lugar de la reja en restauración, con un letrero que dice que si eso se puede hacer es gracias a la aportación turística. El contrapunto.


¡Cuidado, a ver si le va a dar con la mano!

No diga usted que no da toda la impresión de que el tipo del anuncio del Circo del Sol le va a pegar un manotazo al viandante, sin querer, de lo estrecho que está aquello. Natural: pese a todas las bondades de su nuevo concepto peatonal, ciclista y tranviario, que no son pocas, este tramo en concreto de la calle San Fernando se le puede antojar al peatón un poco demasiado angosto, para su gusto.

Mala solución tiene el asunto, que se complica cuando aparecen los ciclistas en número de tres o cuatro, o bien de uno en uno, pero entusiasmados por la posibilidad de transformar la energía cinética de sus pedaladas en velocidad demoníaca. Sólo queda recomendar prudencia al caminante, y cuidado con la manita.

Cuando los viejos tenían sólo 40 años 

A cada uno, las cosas le llaman la atención por una razón diferente. La Junta, por ejemplo, ha colocado estas fotos gigantes delante de Fibes por ensalzar la tradición pesquera andaluza y todo eso. ¿Se fijará en eso la gente que pase por allí, o acaso, por ejemplo, se quede embobada contemplando cómo se pasa la vida y cómo se viene la muerte, tan callando? El fenómeno boina, tan paradigmático él: ¿qué ha hecho por el andaluz medio? ¿Qué, la chaquetilla de pana ajustada? En estas fotos tremendas se observa, además de la tradición pesquera, la costumbre de envejecer a los cuarenta años que tenía antes la gente de los pueblos. Fotos que quitan la respiración, porque no son tan lejanas. 


Capricho cofradiero 

Esta especie de floripondio salvaje ha brotado en el balcón de una casa deshabitada de la calle Cuna. No es ya la rareza de ver cómo la vida se abre camino (planta usted un esqueje en una maceta, con todo su amor, y no sale, pero germina solo un rosal en un ladrillo): es su forma de candelabro de cola. 

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