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Pólvora en el discurso, pólvora en el campo

La teoría de los dos delanteros sufrió un nuevo refrendo. El Sevilla impuso su superioridad real ante un Barça de meritorios. Y la Supercopa bien orientada hacia las vitrinas de Nervión. Queda la duda de si la apuesta de salida de Álvarez, que rectificó con acierto, no colaboró en dejar aún abierto el título.

el 14 ago 2010 / 23:12 h.

Antonio Álvarez sólo fue fiel a medias a su compromiso con la pólvora. A la afición sevillista le gustó aquello de que cuando se tiene dinamita se le da un número del uno al once y que explote ante la meta del rival, el mensaje que regalaba el oído con la etapa Jiménez aún de cuerpo presente. Y a fe que la ecuación de los dos delanteros dio con los objetivos soñados (Copa) y obligados (Champions). Pero echa a andar de nuevo todo y de primeras, un solo delantero y mucho respeto ante un Barça que no era el gran Barça, lleno de críos, por muy buenos que sean.

 

La experiencia siempre cuenta que a los entrenadores, salvo a Guardiola, les da como un tembleque ante el panorama de defender atacando, aunque publiciten esa intención. Y existe contradicción en el caso que nos ocupa porque este Sevilla está lejos de tener grandes defensas y lo que sí posee son excepcionales delanteros. A qué las dudas. A Luis Fabiano le bastó un buen pase, el único que recibió en más de una hora de juego, para marcar uno de esos goles que sería capaz de fabricar con una venda en los ojos. Ahí Antonio Álvarez se arrimó y tras dar descanso al 9 de Brasil, colocó por fin a Kanouté junto a Álvaro Negredo. La pólvora en el campo y la Masía que ya no parecía tan buena solución de presente. El Sevilla con todo su arsenal ante este Barcelona no puede permitirse competir en igualdad, debo hacerlo en términos de superioridad. La Supercopa no debió salir ayer del Sánchez Pizjuán.

Luca Cigarini dejó su primer gran detalle. Desde hace tiempo se busca ese último pase, engrandecido por comparación con el cortocircuito que crea Romaric. Ojalá vengan muchos más, aunque sobre el italiano, como sobre el de Costa de Marfil, se ciñe una sombra de duda sobre su capacidad física. Y para dar el último pase, ya se sabe, hay que ser y estar fresco. Y si en el frente de ataque se alinean dos delanteros, las posibilidades se multiplican.

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