Cultura

Ponte de lado y anda como un egipcio

Una réplica del templo de Abu Simbel recrea en el Pabellón de la Navegación la vida del Antiguo Egipto, en tiempos de Ramsés II.

el 28 dic 2013 / 22:33 h.

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Walk like an egyptian (Camina como un egipcio) era una canción de The Bangles muy popular en los 80, que viene a la memoria después de visitar la muestra El tesoro de los faraones que se exhibe hasta el próximo 4 de mayo, en el Pabellón de la Navegación de la Cartuja. Más de un visitante sale caminando de lado y con la famosa contorsión de brazos de las antiguas inscripciones geroglíficas; y ahora que hacer turismo en el convulso país de los faraones se ha puesto difícil, no está mal que sea Ramsés II y su mundo quienes vengan a Sevilla, aunque sea como reproducción a escala. exposicion-egiptoQue el verdadero templo de Abu Simbel sea varias veces mayor que su copia en fibra de vidrio y madera no es óbice para que los curiosos que hacen cola a sus puertas se fotografíen con el mismo entusiasmo con que lo harían ante el original. Cinco años de trabajo y un centenar de visitas a dicho espacio le llevó al autor de la obra, el artesano egipcio Hany Mostafa, a recrear el formidable templo que el megalómano Ramsés ordenó erigir para conmemorar su victoria en la batalla de Qadesh, en el 1274 a. de C. Victoria que dicho sea de paso, nunca llegó a producirse, pues las hostilidades se resolvieron firmando un tratado de paz con los hititas. Así, Mostafa reduce la construcción original de 33 por 60 metros, en una versión de 6 por 20, aunque pone mucha atención en los detalles para que la impresión sea lo más realista posible. Óvidos, Oporto y Peniche son las ciudades por las que ha pasado antes que Sevilla, y el año próximo se mostrará en Francia y el Reino Unido. La guía que atiende a los distintos grupos explica que incluso el descomunal templo original sufrió un aparatoso traslado a mediados de los años 60, como otros conjuntos históricos amenazados en aquel tiempo por la construcción de la presa de Asuán. Dejando atrás las famosas representaciones sedentes de Ramsés II de la fachada –una de ellas descabezada por un seísmo– ingresamos en la sala hipóstila, sostenida por ocho pilares que representan –¿lo adivinan?– a Ramsés II adornado con atributos propios del dios Osiris, lo que venía a darle categoría de eterno. Los bajorrelieves que adornan la sala no son sino ilustraciones de hechos extraordinarios a la mayor gloria del faraón: Osiris dándole la bendición a Ramsés, Ramsés victorioso en la citada batalla deQadesh... La segunda sala, más reducida según la tradición egipcia de achicar el espacio conforme se avanza, muestra a Ramsés y a su principal esposa, Nefertari, navegando sobre las barcas sagradas de Amón y Ra-Horajti, que les llevan al Paraíso entre vapores divinos. “Observen la similitud de la embarcación con los pasos de Semana Santa, con el incienso por delante”, añade la guía, guiñando a la sevillanía más devota. Pero esta atmósfera espiritual contrasta con otras formas que pueden antojarse más procaces, como la de Min, la deidad egipcia de la fertilidad, que es retratado siempre con un pene erecto de grandes proporciones, una sola pierna y un solo brazo: según la tradición, Min fue el único hombre de su pueblo que no fue a la guerra, por ser cojo. Durante el conflicto, y temiendo que la estirpe local se perdiera a causa de las bajas, se dedicó a fecundar a todas sus vecinas. Pero los guerreros regresaron y, al comprobar la fertilidad de Min, decidieron en represalia cortarle un brazo. “¿Por qué no le cortaron otra cosa?”, preguntaban al unísono varios visitantes. Sarcasmos aparte, el ingreso al Santuario donde se reproducen las estatuas sedentes de Ra-Horajti, el dios deificado Ramsés, y los dioses Amón y Ptah, sirve para imaginar, siquiera aproximadamente, qué extraordinario talento logró levantar Abu Simbel muchos siglos antes de la invención de la grúa. “Tenían métodos tan exactos y perfectos que no se han podido imitar hasta ahora”, explica la guía, quien bromea recordando que alguna vez se atribuyó esta gesta arquitectónica al poder de los extraterrestres. “Ni siquiera con nuestra tecnología podríamos hoy hacer algo así”. En Abu Simbel, esta sala se halla actualmente cerrada al público debido los estragos provocados por la mala costumbre de los turistas de pellizcar las estatuas, creyendo que tenían propiedades talismánicas. En Sevilla sí es posible llegar hasta ella, pero si el visitante quiere llevarse un souvenir, será mejor que lo haga fuera: cachimbas, pirámides en miniatura, figuritas de dioses egipcios y otros muchos recuerdos de los que se venden en cualquier rincón de El Cairo o en Karnak están al alcance de cualquiera por unos pocos euros. Dicen que el regateo se admite, pero no hay que olvidar que en eso los egipcios suelen ser unos consumados maestros...

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