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Prohibido pisar a la novia

Julia y Andrés, maestros de danza, dan clases particulares a parejitas para convertir el baile de la boda en un número digno de Broadway

el 17 feb 2014 / 22:23 h.

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15505972Andrés Gordillo y Julia Martínez se conocieron bailando. Nacía así en 2007 una pareja artística que quiso hacer del tango su especialidad y del mundo su pista: viajaron a los festivales internacionales, continuaron aprendiendo con grandes maestros y desarrollando espectáculos, fueron acumulando titulaciones... pero había que vivir, y la docencia, ese anchísimo estuario al que van a desembocar todas las vocaciones sagradas, los recibió en 2009 deseosa de contar con dos jóvenes profesionales de talla que le diesen bríos no solo al mundillo de las academias, sino en particular a un género especialmente complejo, curioso, comprometido y, llegado el caso, agradecido: los bailes de los novios. «Hacía ya tiempo que nos lo habían estado pidiendo», contaba él ayer. «Sí, porque a los hombres les daba vergüenza eso de tener que ponerse a bailar sin saber, delante de toda la gente». Ignoraban entonces que el mundo de los casamientos puede ser tan estresante como el de las finanzas, ya que ambos parten del mismo supuesto: la negación de la realidad. Da igual que uno tenga dos pies izquierdos; no importa que falten tres días para el enlace y uno no haya bailado en su vida ni el trompo: hay baile y hay baile. Y o sale bien o te enteras. Al principio sería como dice Andrés: hombres patosos queriendo hacer con sus piernas algo que no se pareciera a estar metidos hasta las rodillas en una barrica repleta de uvas. Pero poco a poco, conforme se han ido soltando y a medida que se ha ido persiguiendo el más difícil todavía, las cosas se han sofisticado. De ahí lo de dar clases no por grupos (eso se queda para otras facetas del negocio, que también cubren ellos) sino por parejas. «Las clases de grupo ni siempre ofrecen lo que uno va buscando ni siempre son de lo que ellos quieren. Hay parejas que quieren bailar una determinada pieza musical o alguna cosa más elaborada, una coreografía especial. Luego hemos tenido parejas que han querido hacer un baile exquisito y nos han llamado con seis meses de antelación, mientras que otros lo han hecho tres días antes y con un par de horas hemos logrado salir del paso con éxito». Contaban ayer que un caso muy singular fue el de unos novios que les pidieron hacer el numerito final de Dirty Dancing, con tan buena fortuna que el papel de Patrick Swayze recaía en un policía con la suficiente musculatura como para que el gesto de cogerla a ella igual que se coge un búcaro, mientras la novia se estira haciendo una especie de salto del ángel, saliese de perilla. Con todo, este tipo de peticiones son excepcionales. «Lo que más se pide es el vals vienés, eso es la mitad de las veces; luego, el tango argentino. Y por detrás, el mambo, rock&roll, swing, salsa...». Por lo general, yendo con tiempo sobrado y como se ha visto sobradamente en ciertos programas de la tele, hasta un molusco te hace El lago de los cisnes con el suficiente entrenamiento y una sesión de coaching. «Pero lo normal es que con dos o tres clases se queden suficientemente preparados». Salen a 35 euros la hora e imparten sus enseñanzas en el Hotel Vértice de Bormujos (los fines de semana) o bien en su estudio privado de Condequinto, el resto de los días. Antes también iban a domicilios, pero desistieron pronto: lo mismo los hacían ir muy lejos que a horas intempestivas y luego, cuando llegaban por fin al lugar indicado, les decían que no estaban preparados y que mejor fuesen otro día... las típicas cosas que le suelen decir a alguien cuando es ese alguien el que se toma las molestias en vez de la persona básicamente interesada. Entre los alumnos de esta enseñanza nupcial no hay un perfil concreto: españoles, extranjeros, jóvenes, mayores... «y todos salen muy contentos». Contentos y casados, valga la redundancia. «Saber aunque sea un poquito te hace quedar bastante bien, y luego los invitados se asombran muchas veces al ver la sorpresa que les tenían reservada los novios». Aparte de la sorpresa propiamente dicha de casarse.

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