Cultura

"Puedo certificar que Twitter es completamente inútil"

Rodrigo Cortés, director de ‘Buried’ y ‘Luces rojas’, presenta hoy en Sevilla su primer libro, la colección de aforismos ‘A las 3 son las 2’.

el 31 ene 2014 / 23:30 h.

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Rodrigo Cortés, de los platós de rodaje a las librerías. Rodrigo Cortés, de los platós de rodaje a las librerías.

Rodrigo Cortés asegura que llegó a Twitter por casualidad, y por casualidad ha debutado como escritor gracias a esta red social. Esta tarde, a las 20.00 horas, presentará en la librería Birlibirloque de Sevilla A las 3 son las 2 (editorial Delirio), una colección de aforismos que sin duda sorprenderán a quienes conozcan al director gallego solo por filmes como Buried (Enterrado) o Luces rojas.

«Hace un par de años Warner me pidió que abriera una cuenta en Twitter con intención promocional. Así lo hice, pero en diez días aquello ya funcionaba de otra manera. No era capaz de ser un hombre anuncio, y empecé a experimentar y a divertirme con ella», recuerda. «Fue entonces cuando empecé a escribir estas ideas que no sé si llamar bombas de mano, píldoras, antiaforismos... Se convirtió en algo parecido a mi laboratorio».

De ese laboratorio proceden las distintas anotaciones de A las 3 son las 2. No obstante, Cortés, que carece de cuenta en Facebook, va un paso más allá y asevera: «Puedo certificar que Twitter es completamente inútil, para mí no tiene ninguna utilidad real que se traduzca en venta de entradas para mis películas. Mi cuenta personal es inservible, pero da una sensación de total impunidad que permite delirios como este. Tengo 40.000 y pico seguidores, pero es más sencillo hablar para 2000 personas que para tres, ¿no?»

Cuando se le pregunta si Twitter ha impulsado una especie de nueva edad de oro del aforismo, lo niega. «La sentencia y el apotegma son muy antiguos y se han practicado siempre», afirma. «Por otro lado, es inevitable que las editoriales y los medios se fijen más en este fenómeno. Puede que se trate de una eclosión pasajera, vamos a ver qué se produce a partir de aquí. Puede que nos releamos dentro de diez años, como antaño, diciendo que el fax lo iba a cambiar todo».

Sobre las piezas que componen A las 3 son las 2, Rodrigo Cortés se muestra incapaz de ajustarlas a un único patrón: «A veces son producto de una inspiración fugaz, una frase sonora que se vuelca de forma espontánea; otras veces toma la forma de un microcuento hasta crear cierta atmósfera, o puede ser que queden en semillas que guardas en la carpeta de borradores. Lo seguro es que la inspiración casi siempre llega en momentos de espera: en la sala de espera del dentista o cuando estás sentado esperando a que pase el cadáver de tu enemigo», bromea.

El mundo se divide en dos tipos de personas: tú y yo, escribe Cortés en una de sus «píldoras». ¿El niño Jesús nace o se hace? se pregunta en otra: Un señor me ha mandado a la mierda porque no necesitaba mi admiración, confiesa más adelante; ¿Estáis ya despiertos o estáis aún despiertos?, añade en otra página. Y una más, al azar: ¿No os pasa que, a veces, en medio de la multitud, os sentís solos y otras, aun estando solos, os sentís acompañados? Pues contádselo a otro.

Así va transitando de la ocurrencia a la provocación, del arrebato poético al nanochiste, aunque bajo la apariencia de haber sido escritos a vuelapluma se nota al final la mano del perfeccionista que ya conocen los seguidores de sus filmes: «He tenido la fortuna de rodar siempre con mucha libertad, pero en una película eliges un universo limitado, concreto, mientras que este libro tiene una naturaleza mucho más fragmentaria. Sin querer, acaba recogiendo todas las caras del poliedro que uno es. Aquí están el rodrigo grave, el payaso, el pesado, el prescindible...», agrega el autor.

Pero al final termina restando importancia a su trabajo, afirmando entre risas que tal vez sea «un libro de tontadas», y concluye: «Los 140 caracteres de Twitter cada uno los usa como quiere, para anunciar el próximo concierto o criticar la última medida del gobierno. Pero refleja el inconsciente de cada uno en cada cosa que sube. Se vuelca incluso lo que queremos ocultar», apostilla Cortés.

Del corto en Súper 8 a dirigir a De Niro

Rodrigo Cortés ha pasado de filmar cortos en Súper 8 con títulos tan llamativos como El descomedido y espantoso caso del victimario de Salamanca a dirigir nada menos que a Sigourney Weaver, Robert De Niro y Cillian Murphy en su última cinta, Luces rojas. Entre un hito y otro, claro está, pasaron muchas cosas. Se fogueó grabando cortos y vídeos musicales, obtuvo su primera candidatura a los Goya por su multipremiado 15 días, fue becado por el Universal Studios Award de Los Ángeles y ya en 2007 pudo debutar en el largometraje con Concursante.

Pero su consagración definitiva llegaría en 2010 con Buried (Enterrado), que tuvo resonancia mundial y obtuvo el premio de la Crítica en el Festival de Deauville. Acostumbrado a que le pregunten cómo es eso de rodar con De Niro, Cortés se deshace en elogios hacia el monstruo de la interpretación –«no estás 40 años en lo más alto si eres un imbécil o un tipo difícil de tratar», explica–, pero añade que una vez inmersos en el rodaje «terminas discutiendo puntos de vista y problemas que surgen, como con cualquier otro actor. Si en la primera reunión hubiera ido con el DVD de Goodfellas para que me lo firmara, habríamos empezado mal. Tienes que aparcar el fan que hay en ti para poder trabajar», añade.

Sobre la tan cacareada crisis del cine español, dice que «no tiene mucho sentido discutir el tablero, lo que hay es que buscar la mejor jugada posible. Nunca paso por una fórmula, de una película a otra te enfrentas a un mundo que ya no es el de dos años antes. La grieta por la que te colaste ya está en otra posición. Hay que observar siempre las cosas como si fueran nuevas».

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