Cofradías

Que los niños guíen el camino

Con minutos de retraso, la hermandad volvió a hacer un alarde de sobriedad.
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el 01 abr 2010 / 20:11 h.

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Los sones de la banda de música de Nuestra Señora del Sol de la hermandad de La Exaltación ya se perdían por el final de Laraña y las puertas de la iglesia de la Anunciación permanecían cerradas a cal y canto. Las mantillas se perdían mientras el sol todavía seguía en alto, ya que al atardecer hay que desprenderse del luto. En ese instante aparecieron los primeros hermanos, que colocaron la rampa y sacaron tres bancos de madera que, a modo de valla, acomodaron un hueco a la banda de Tejera. Mientras, uno de los hermanos, que después saldría de acólito, hacía de improvisado vigilante, explicándole -con la sobriedad que caracteriza a esta cofradía- a los turistas que la iglesia no estaba abierta al público y que en breve estarían en la calle.

Y así fue, aunque con algo de tardanza, a sabiendas de que casi siempre le toca esperar al atasco de la carrera oficial. Pero fue suficiente para arañar un poco de ese sol de Jueves Santo, que prácticamente cegó a sus nazarenos y los tres pasos al dar de frente. La Cruz de Guía asomó así entre rezos y, al poco, apareció el Santísimo Cristo de la Coronación de Espinas, precedido por 20 monaguillos que parecían guiar, con su lento caminar, a los costaleros para que bajaran el misterio de la rampa. Una vez en la calle, el paso reflejó los rostros de asombro de los asistentes, gracias a esa canastilla de espejos y la banda de Tejera empezó a tocar la única marcha que recibiría un misterio acostumbrado a la música de capilla y a sus niños cantores.
Los monaguillos marcarían el caminar de los otros pasos. En el segundo, el de Jesús con la Cruz al Hombro, un pequeño cayó en la rampa, esparció los caramelos de su canasto al suelo y rompió a llorar. Sus sollozos apagaron el silencio de Laraña y hasta el paso de los costaleros, que esperaron a que levantaran al niño.

Tras ellos, el palio apareció con las últimas luces del atardecer y, como no podía ser de otra forma, con los sones de Virgen del Valle, que se repetiría al menos 20 veces más hasta que, ya pasada la medianoche, echaría el cerrojo para dar paso a la madrugá.

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