Si sus alumnos, pasados o futuros, hubieran visto ayer antes del examen a los aspirantes a las oposiciones de profesor, no habrían dado crédito. Reina Mercedes, bullendo de curtidos estudiantes, muchos peinando canas, acogía desaconsejables repasos de última hora, nervios de punta y una confesión común: nadie llevaba la lección aprendida de principio a fin.
"Yo me he preparado más de un tercio del temario, en alguna de las cinco bolas saldrá un tema que me sepa", decía Carmen Posadas, interina de 30 años, que llegó con una hora de antelación y "tres tilas en el cuerpo" al examen de Dibujo que se celebraba en la Facultad de Farmacia. Marga, de 53, se presentaba a Intervención Sociocomunitaria y lo reconocía abiertamente: "No lo llevo bien, espero que me toque una bolita buena. El tema 20, el 33, el 34... ¡y poco más!". Y eso que acababa de reñirle a un compañero que releía sus apuntes. Gustavo sólo se había preparado los temas más difíciles... y así todos. La salida de la prueba tampoco difería de la de un instituto: lágrimas, abrazos a los familiares que esperaban fuera y una queja repetida una y otra vez: "¡En dos horas no da tiempo!".
Algunos confiaban en su experiencia, como Marga, licenciada en Psicopedagogía con 16 años como profesora, que pasó los primeros ocho "dando vueltas por toda Andalucía, menos en Almería", con su familia detrás. "Nosotros siempre estamos estudiando, así que, según lo que me toque, si no me lo sé me estrujaré los sesos". Aparentemente tranquila, al final confesaba: "No, tranquila no, ¡es inhumano! ¡Yo propondría que prohibieran las oposiciones en la Declaración Universal de Derechos Humanos!".
Otros se lo apostaban todo a una carta, como Antonio Moya, de 27 años, que se presentaba por primera vez a Formación y Orientación Laboral después de un año de academia y diez horas diarias de estudio. Como nunca ha dado clases se sabía en inferioridad de condiciones y había preparado el examen a conciencia "para sacar plaza al menos para la bolsa". En estas oposiciones la experiencia laboral en centros públicos es lo que más puntúa, ya que la Consejería de Educación quiere consolidar al 95% de los interinos. Hecho un manojo de nervios, Antonio intentaba llamar a su hermana, que se había presentado a Inglés -junto con Matemáticas y Lengua, las que más plazas ofertaban-. Estaba contento de cómo le había salido el examen, pero pasara lo que pasara, lo tenía claro: "¡Ahora mismo me voy a celebrarlo con mi amigo Emilio!".
La defensa, el día 27. El peor trago había pasado. Los 38.500 aspirantes a las 9.089 plazas de FP, secundaria, enseñanzas artísticas o idiomas de la convocatoria más masiva realizada por Educación, que ha ofertado plazas de especialidades que llevaban años sin salir, habían pasado la prueba escrita. Les resta defender su programación a partir del día 27, lo que a la mayoría le da menos miedo.
La Consejería de Educación aseguró ayer que los exámenes, realizados a la vez en toda Andalucía, se desarrollaron sin incidentes. La excepción fue el caso de un aspirante gaditano con parálisis cerebral que acusó a la Junta de no facilitarle el ordenador que había requerido "en tiempo y forma" para examinarse en la Universidad Pablo de Olavide. Educación respondió que el tribunal no había recibido la petición y no había podido aceptar el ordenador personal del joven al no haber comprobado que no contuviera apuntes. Eso y algún ataque de ansiedad, como el de una chica en Matemáticas, completaron una prueba en la que a algunos les sonrió la suerte. A Carmen Posadas le tocó entre sus cinco bolas sólo una de la parte que se había estudiado, pero se la sabía muy bien. Incluso la había elegido en sus primeras oposiciones. "El tema 52, el sistema cónico, ¡un tema superbueno!".
