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Que Sevilla se ponga bonita

El alcalde pide por bando a los sevillanos que festejen la coronación de Felipe VI, mientras la Giralda se engalana como en la visita del Papa.

el 17 jun 2014 / 23:00 h.

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La Giralda, protagonista de la fiesta. / Paco Cazalla La Giralda, protagonista de la fiesta. / Paco Cazalla

Nadie recuerda en Sevilla cómo es eso de celebrar la coronación de un rey. Mientras la Giralda se prepara para engalanarse desde hoy como cuando viene el Papa, el alcalde Juan Ignacio Zoido ha formulado un llamamiento solemne y mediante bando para que, mañana, los paisanos hagan ostentación de su alegría por dicho motivo. La invitación ha obtenido ya su eco en Twitter, que como siempre es un eco humorístico y no necesariamente la portavocía de la opinión ciudadana, aunque ahí está: El bando de Zoido me hace trasladarme a la Edad Media (@rguezrico); Zoido también se marca un bando, arsa, mi arma!!!! (@jsolisd), entre otros.

Este último tuit parece referirse a aquel otro bando, muy sonado en su día, que emitió Alejandro Rojas Marcos en vísperas de la boda de la infanta Elena, con parecido mensaje. Hace casi veinte años de aquello y Sevilla descubría que su color oficial era el carmesí, y con él se recubrieron barandas, rejas y balaustradas en honor de la primogénita de los Reyes. Si el llamamiento de Zoido surte efecto, esas colgaduras carmesíes volverán a las ventanas, combinadas con las banderas de España, unas banderas que, a diferencia de lo que sucedió hace 39 años con la coronación de Juan Carlos I, no llevarán crespón negro.

Y no porque la restauración de la monarquía entonces no suscitase simpatías, sino porque la ceremonia de entronización se hizo en las Cortes con Franco de cuerpo presente, en su capilla ardiente del Palacio Real. España estaba oficialmente de luto y las banderas ondeaban a media asta en los mástiles oficiales. Cierto es que se había establecido un paréntesis festivo durante el juramento y proclamación de Juan Carlos de Borbón, pero ese tiempo muerto entre duelos no tuvo traducción en la realidad. Las calles estaban desiertas. España entera, y Sevilla con ella, andaba pegada al televisor en unos días en que todo parecía atado y bien atado, según el finado, pero en los cuales algunos barruntaban que el nudo pudiera soltarse al menor zarandeo.

Sevilla lució entonces una balconada de banderas de España ennegrecidas y como mucho, en algunos escaparates y lunas de automóvil la pegatina que entonces se puso de moda: un gran círculo con los colores de la bandera de España y con una leyenda en negro que decía: Juan Carlos I, Rey de España. Eso fue lo más cercano a una celebración, que, no bien terminado el ritual del cetro y la corona, volvió a retomar con las exequias de Francisco Franco y su entierro en el Valle de los Caídos. Sevilla, mientras tanto, llevaba las honras fúnebres por el jefe del Estado a la Catedral, con el arzobispo Bueno Monreal al frente y luto riguroso en todas las fuerzas vivas allí presentes.

Huelga señalar que las circunstancias han cambiado sensiblemente

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desde entonces, y que la llegada al trono de Felipe VI, por más que venga precedida de un moderado debate entre monarquía y república, no tiene nada que ver con aquellas circunstancias de noviembre de 1975. Ahora sí manda la fiesta y, encima, contra lo que suele suceder en el paso del testigo dinástico, tampoco hay rey muerto, con lo que el rey puesto asume su encomienda –es de prever– en un ambiente mayormente festivo. Ambiente en el que se contextualiza la invitación de Zoido a que los sevillanos se lo tomen como algo personal y lo disfruten vistosamente.

Zoido ha promulgado un bando, sí, pero no ha sido el único. Ana Botella también lo ha hecho en Madrid, y Javier Bello, desde su sillón de regidor de Alcalá de Henares, ha publicado otro que se remata con un sonoro ¡Viva el Rey! ¡Viva España!, como se suele estilar.

No se veía solo, por tanto, el alcalde de Sevilla al firmar ayer un bando en el que llama a los vecinos de todos los barrios para que festejen la proclamación de Felipe VI como rey de España, dando testimonio, «una vez más, de su respeto, adhesión y afecto a la monarquía», como se indica en el texto.

Asimismo, declaró que ha realizado este bando «por la circunstancia excepcional y única en democracia que la ciudad sea protagonista y sea partícipe de la proclamación de Felipe VI como nuevo rey en el marco de la monarquía constitucional». En su opinión, éste encarna, por su preparación, los valores de «modernidad, vanguardia, cercanía y ejemplo de una nueva generación de españoles nacidos en democracia».

En el bando, el alcalde califica como «histórico y gran acontecimiento» la proclamación de Felipe VI, por lo que, mostrando su convencimiento de que ese nuevo reinado, «que se inicia con madurez democrática e ilusiones renovadas», supondrá un «impulso para alcanzar unidos grandes cotas de crecimiento y bienestar social para todo el pueblo español».

«La muy noble, muy leal, muy heroica, invicta y mariana ciudad de Sevilla, que engalanará sus calles, se siente especialmente orgullosa de la proclamación del futuro rey Felipe VI por la estrecha vinculación histórica y los lazos de cariño que unen a la Casa Real con la capital de Andalucía», añade.

Asimismo, ha insistido en que Felipe VI será el monarca «mejor preparado» de la historia y el «mejor embajador del reino, como lo ha sido su padre», Juan Carlos I, a quien en nombre de la ciudad, los sevillanos, el gobierno municipal y en el suyo propio, reconoce y agradece su participación «decisiva en una Transición ejemplar de la que fue motor, su contribución a la elaboración de la Constitución de 1978 y a la consolidación de la democracia durante los 39 años de su reinado».

Zoido concluye su bando con una invitación a los nuevos reyes para que visiten Sevilla. Que por cierto: fuentes municipales señalaron ayer tarde a este periódico que, más allá de ese deseo así expresado, no hay confirmación de fecha alguna para que los sevillanos puedan ver en persona al rey Felipe y a la reina Letizia, tras la proclamación. Y visto el entusiasmo oficial, cabía preguntarse también si el Ayuntamiento de Sevilla tiene previsto proceder de algún modo en el capítulo de honores y distinciones para con los nuevos monarcas, al igual que hizo con la infanta Elena cuando se casó en la Catedral al nombrarla hija adoptiva. La respuesta fue la misma: no hay nada previsto.

Ayer tarde se supo también, en sintonía con este ambiente de celebración pública, que el Cabildo Catedral engalanará la Giralda para el jueves, «al coincidir este año la tradicional procesión del Corpus Christi con la proclamación del Príncipe de Asturias como Rey de España», según la web del arzobispado sevillano.

«No es la primera vez que se engalana la Giralda de forma extraordinaria», se dice en ella. «Durante siglos, la torre ha sido utilizada como gran mástil de la ciudad para celebraciones importantes». Los adornos se colocarán hoy –con idea de que al anochecer esté todo terminado– y «consistirán en la colocación de 16 gallardetes bífidos, de 25 metros, con los colores de la Santa Sede, España y Andalucía; 12 gallardetes triangulares, de 8 metros, con los mismos colores; y 20 banderas, el Estandarte Real y las de la Santa Sede, España, Andalucía y la ciudad de Sevilla». Para ello, indica la citada fuente, «se emplearán unos 500 metros cuadrados de tela distribuidos en una organización austera, que será retirada el viernes, día 20. Durante el día 19 el campanario mantendrá los tañidos correspondientes a la solemnidad».

Falta ver cómo responderá Sevilla al llamamiento del alcalde: comercios, coches, balcones... En su bando a los madrileños, Ana Botella les pide una «sencilla prueba de patriotismo» con la colocación de la enseña nacional en las ventanas de las casas, para ofrecer de este modo «nuestra plena confianza en el porvenir de nuestra nación en esta jornada memorable», un mensaje coincidente en lo general con el del texto que Juan Ignacio Zoido ha cursado desde el Ayuntamiento con la orla de la mayor solemnidad. Y de paso, la prueba de patriotismo también puede servir para mostrar confianza en otro porvenir, el de la apesadumbrada selección española de fútbol, desde la lejanía.

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