Economía

'¿Qué si es duro coger papas? Las manos de mi madre lo dicen todo'

Basada en hechos reales, esta novela de papas comenzó en 1996. Un buen día de 2002 se cruzó en su camino un súper inglés y hoy Macondo es uno de los mayores productores de patatas de España. Socio y director Comercial, Román relata sus proyectos de futuro. (Foto: Juanma Rodríguez)

el 15 sep 2009 / 05:44 h.

-¿Qué tiene que ver SAT Macondo con la novela Cien años de soledad de García Márquez?

-En la novela, Macondo era un pueblo de oportunidades, y ése fue el nombre filosófico que propuso un amigo de mi madre. Macondo, una empresa de oportunidades.

-¿Y así ha sido?

-De momento sí. Éramos simples agricultores y hemos sido capaces de desarrollar un negocio cada vez más próspero.

-Comience la novela.

-Corría el año 1996. Éramos agricultores y mi madre, mi hermano mayor, Aníbal, y un amigo que nos ayudó fundaron una SAT [Sociedad Agraria de Transformación]. Aníbal ni siquiera había cumplido 18 años, y tuvo que emanciparse para ser uno de los tres socios necesarios para gestar la SAT. Cuando yo cumplí los 16, me emancipé, entré en el consejo de administración y se salió el socio que no pertenecía a la familia. Y cuando mi hermano pequeño, Javier, cumplió la edad necesaria, mi madre, que comenzaba por entonces a dedicarse a la política, salió del consejo y le cedió su puesto.

-¿Cuál fue el momento clave en el entramado comercial?

-En 2002, cuando firmamos un contrato con la principal empresa proveedora de patatas para los supermercados de la cadena Mark & Spencer. Me fui con ellos a aprender cómo era su desarrollo logístico, cómo trabajaban con la banca, cómo vendían. Empecé en la línea de selección de patatas y cada dos meses rotaba en un puesto diferente en distintos departamentos. Ésa ha sido mi carrera.

-Pero, ¿cómo tal caballero inglés se fijó en vosotros?

-Porque venían buscando una zona de producción de patata temprana y para la que llaman baby [de calibre pequeño]. Les hicimos una prueba de tres hectáreas, el resultado y la calidad fueron satisfactorios y les gustó la respuesta y el servicio que les dimos. En año y medio pasamos de 3 a 70 hectáreas y de 60 a 1.000 toneladas. Después nos pidieron que laváramos y envasáramos el producto aquí, y así lo hicimos. Montamos la fábrica.

-Y la SAT comenzó a ser realmente Macondo...

-Sí. Entonces, el sueño de mi madre, que siempre había querido vender a los clientes sin tener que pasar por intermediarios, comenzaba a convertirse en realidad. Éramos nuevos, pero con muchísimas ganas de trabajar, y si hacían falta, pues 26 horas al día. De hecho, en tres meses hicimos la fábrica. Mientras el cultivo nacía, las instalaciones de procesado se iban levantando y estuvieron terminadas para la cosecha.

-¿Qué ha sido para vosotros la que llaman Lola la de las papas, Dolores Escalona, la protagonista de esta novela?

-Una madre, una profesora, una consejera. Ella nos enseñó prácticamente todo. Y aunque no forma parte de la empresa [ahora es la alcaldesa de Aznalcázar], no deja de estar encima nuestra, de vigilarnos. Nos ve demasiado jóvenes, y ella tiene bastante experiencia en lo que es la vida y el campo.

-¿Y es duro coger papas?

-Pues las manos de mi madre lo dicen todo. No hay fiestas, ni horarios, ni fines de semana. En campaña se trabaja las 24 horas del día con tres turnos, y quienes estamos en la dirección debemos estar siempre atentos a cargas, destinos...

-Números.

-En estos momentos cultivamos mil hectáreas, todas alquiladas a excepción de varias adjudicadas a mi madre como colona en Aznalcázar. El 80% se dedica a patatas, con 16.000 toneladas anuales, de las que el 95% se exporta al Reino Unido, Holanda, Francia, Bélgica y países nórdicos. Y en el 20% restante se cultiva melón y sandía, con las que damos rotación a las tierras, podemos emplear a una plantilla estable y así, con actividad durante todo el año, amortizamos antes las instalaciones.

-¿Plantilla y facturación?

-Fijos, 30. En campaña, picos de hasta 120 empleados eventuales. En cuanto a la facturación, 10 millones de euros en 2007 entre las dos firmas que tenemos, SAT Macondo y Macondo Fresh Produce.

-¿Cuáles serán los próximos capítulos de Macondo?

-Ahora sólo trabajamos la patata en fresco. Nuestra intención es posicionarnos en el mercado español. La gente consume la mitad del año patata de cámara y nosotros aspiramos a cosecharla todo el año en distintas zonas. Aunque años atrás tuvimos siembra en Marruecos, no nos satisfizo, de ahí que todas nuestras fincas estén en el entorno de Doñana. Por otro lado, envasaremos cada vez más [en bolsas, tarrinas y para cocinar en microondas].

-¿Cabe plagiar Macondo en el agro sevillano?

-Este negocio exige mucha vida y, encima, no tiene grandes rentabilidades, y menos la patata, que carece de ayudas europeas. Por eso la juventud no quiere implicarse en el campo, y lo digo yo, que tengo 28 años. Por esta zona, veo cómo los agricultores se hacen mayores y sus hijos no quieren campo.

-Y cuando usted tenga hijos, ¿le gustaría que continuaran con la saga de Macondo?

-A pesar del sacrificio que conlleva, me gustaría que continuaran con la empresa, y si no es así, al menos que sepan cuánto ha costado sacarla adelante. En Macondo, y esto debería tenerlo en cuenta todo el sector agrario, tenemos claro que no sólo somos agricultores, sino una industria agrícola, que la agricultura debe programar su producción conforme a lo que el mercado demanda, no producir lo que venga en ganas, y que hay que llegar al cliente final, porque si hay mucho intermediario, los márgenes se pierden por el camino. Sólo así existe garantía de empresa.

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