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¿Quién era ese rey de Baeza?

Como dijo don Julio Caro Baroja, a veces una noticia perdida entre mil abre perspectivas inusitadas y eso es lo que sucedía con el reportaje de anteayer sobre un establecimiento hotelero del barrio de Santiago alusivo a un rey de Baeza perdido en el nomenclátor sevillano y en la bruma de la Historia...

el 16 sep 2009 / 06:21 h.

Como dijo don Julio Caro Baroja, a veces una noticia perdida entre mil abre perspectivas inusitadas y eso es lo que sucedía con el reportaje de anteayer sobre un establecimiento hotelero del barrio de Santiago alusivo a un rey de Baeza perdido en el nomenclátor sevillano y en la bruma de la Historia. Un historiador muy importante pero también perdido, el jesuita Marcos Burriel, nos dejó hechos suyos en sus Memorias para la vida del santo rey don Fernando III, entre otros el de la entrada en la ciudad el día de su toma a los almohades, junto a Alfonso el Sabio y el hijo de Jaime I de Aragón: se llamaba Abdelmon y tuvo el título de infante toda su vida.

Abdelmon conquistó con los castellanos el valle del Guadalquivir, recibió su parte en esa collación de la Alhóndiga y, a su muerte, fue enterrado en la catedral que, naturalmente, no era la de hoy sino la mezquita mayor convertida en templo cristiano. Teóricamente, en una Historia imparcial tendría que haber sido recordado en parecidos términos a los Vargas Machuca, Téllez y Zúñigas, pero no. La memoria de Fernando Abdelmon -que así se llamaba- llega hasta el Elogio de Argote de Molina, a finales del siglo XVI, y después se disipa.

La raya que establecía el arriba y el abajo en la pirámide social a partir de la hidalguía acabó siendo la línea que no sólo separaba a cristianos viejos de nuevos, sino la que establecía la imposibilidad de que estos últimos pertenecieran a la sociedad española y, mucho menos, a la nobleza. Y eso fue lo que se continuó diciendo, lo mismo por sesudos académicos que por escribanos áulicos y cronistas de lo de siempre. Por eso en el País Vasco pudieron inventarse una historia, porque otros también la habían inventado antes. Un simple hotel nos dice, sin embargo, que hubo un infante que era español y moro.

Antonio Zoido es escritor e historiador.

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