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Rajoy en la España templada

Mariano Rajoy ha logrado frenar la sangría de críticas y desapegos públicos de los dos últimos meses pero no ha suturado las heridas y cierra el congreso en falso. Rajoy ha hecho lo que debía desde que decidió que su opción era quedarse. De hecho, ha seguido las enseñanzas de Aznar.

el 15 sep 2009 / 06:47 h.

Mariano Rajoy ha logrado frenar la sangría de críticas y desapegos públicos de los dos últimos meses pero no ha suturado las heridas y cierra el congreso en falso. Rajoy ha hecho lo que debía desde que decidió que su opción era quedarse. De hecho, ha seguido las enseñanzas de Aznar: ha conformado la dirección que le ha parecido oportuna, ha impulsado la ponencia política que le conviene al interés futuro del PP, no ha permitido unas primarias interesadas y ha proclamado, sin decirlo, lo mismo que Manuel Fraga le espetó en su día a Aznar en el momento de coger el timón del PP: "Aquí no hay ni tutelas ni tutías". Poco más se puede añadir. Ni a Aznar ni a ningún otro dirigente le asiste el derecho ni la autoridad moral para la queja. Pero, en efecto, lo peor del congreso para Rajoy es ese 16% de voto en blanco que podría haber sido notablemente mayor si los gerentes del PP no ejercieran el control férreo sobre los avales y si hubiese concurrido otro candidato. Lo más interesante ha sido precisamente la desaznarización del PP, aunque ahora le toca a Rajoy y su equipo demostrar que su eterno viaje hacia el centro político no es sólo el enunciado teórico de un fin de semana de junio ni se sustenta sólo en una innegable renovación de perfiles, nombres y modos. Lo peor ha sido sin duda la malicia y el resentimiento de Aznar, un hombre de negocios que vuela en jets privados, cada vez más alejado del perfil de un presidente de honor. Con sus duros ataques a Rajoy en un momento tan delicado se comportó como lo que siempre fue durante su ejercicio político: un virulento sectario -ahora con los suyos- que sólo entiende la política desde la imposición innegociable de sus ideas. A esa incapacidad para la transacción se le llama autoritarismo. Pero sin duda, el PP tiene una oportunidad y así lo ha entendido Rajoy: captar el voto de la España templada que habita en el centro o coquetea con el centro izquierda. Sin esos dos millones de votos no ganará unas elecciones. Si un partido como el PP no pone la estrategia al servicio de un posible triunfo -lo cual no implica traicionar sus principios- se convertirá en un partido prescindible. El resto, es sólo una llamada tremendista y radical a la inmolación en nombre de unas ideas supuestamente inmarcesibles pero que, en la práctica, ya fueron superadas por el PP cuando necesitó gobernar con el PNV o CiU, como es lógico. Por lo demás, cabe esperar que la influencia de Javier Arenas y del PP andaluz en la dirección nacional -por primera vez, correlativo a su peso real- redunde en una mayor capacidad de decisión y se traduzca en una política con mayúsculas que beneficie a Andalucía. Si es así, se lo cobrará en votos.

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