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Rebelión que no revolución

Cualquier acontecimiento es susceptible de ser contemplado desde distintos puntos de vista. Esto es aplicable al Mayo del 68 que, en opinión de uno de sus protagonistas, D. Cohn-Bendit, no tuvo por objeto la conquista del poder sino gobernar la propia vida.

el 15 sep 2009 / 04:58 h.

Cualquier acontecimiento es susceptible de ser contemplado desde distintos puntos de vista. Esto es aplicable al Mayo del 68 que, en opinión de uno de sus protagonistas, D. Cohn-Bendit, no tuvo por objeto la conquista del poder sino gobernar la propia vida. Las cosas se conocen en su contexto, el cual necesita ser narrado y así se comprenderá el sentido de lo ocurrido. Los sucesos del 68 se inscriben en un contexto más amplio llamado la Década Mágica de los 60, que comenzó en California, Universidad de Berkeley. Allí nació una rebelión en materia de costumbres antes que en política. Surgió así lo que un libro de la época llamó el nacimiento de una contracultura, de carácter antidogmático y creativo.

Es posible que esta rebelión haya supuesto el comienzo del divorcio que hoy padecemos entre sociedad y política. El PC francés y los sindicatos se calmaron rápidamente con las mejoras laborales introducidas por De Gaulle, el cual ganó, cómodamente, las elecciones inmediatamente posteriores, sin que el régimen capitalista resultara gravemente modificado. Utilizando terminología castiza, el sistema supo digerir sus contradicciones.

La Década Mágica de los 60 posiblemente originó la sustitución de la cultura francesa por la anglosajona. Las universidades están ahora más atentas a las necesidades del mercado que a la transmisión de una auténtica cultura que nos haga más libres y que no tiene por qué estar necesariamente reñida con la virtud cívica de la profesionalidad.

Aquel afán liberalizador en materia de costumbres, que no aspiraba a la toma del poder, es lo que ha permitido al mencionado Cohn-Bendit hablar de rebelión mejor que de revolución.

Lo que permanece del 68 es el comienzo de la liberación en materia de costumbres, sin olvidar la eficacia de la palabra, así como un sistema económico con rostro un poco más razonable. Una romántica unión entre estudiantes y trabajadores duró poquísimo, a pesar de los intentos del padre del existencialismo, que no supo ver, en aquel momento, la tragedia del socialismo real.

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