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Redacción, copiado y dictado

Hace unos años, invitado por un antiguo alumno de la Universidad de Granada, dicté una conferencia en el Instituto "Nicolás Salmerón" de Almería, uno de los centros más antiguos...

el 16 sep 2009 / 04:53 h.

Hace unos años, invitado por un antiguo alumno de la Universidad de Granada, dicté una conferencia en el Instituto "Nicolás Salmerón" de Almería, uno de los centros más antiguos (fundado en 1845) y prestigiosos de Andalucía. Al terminar el coloquio, el director, conocedor de mi afición por la obra de García Lorca, quiso mostrarme una de las joyas documentales que conserva el archivo del Instituto: la instancia manuscrita y autógrafa, fechada el 28 de agosto de 1908, en la que el poeta de Fuente Vaqueros, con su original caligrafía, solicitada al director del entonces llamado Instituto General y Técnico de Almería ser admitido al examen de Ingreso. Creo recordar que en el propio dorso del documento figura la prueba a la que fue sometido. ¿En qué consistió el examen? Pues sencillamente en un dictado de cuatro o cinco líneas y cuatro cuentas con las cuatro reglas. Hoy eso sería un examen de ingreso revolucionario.

Recuerdo durante mi niñez la cantidad de horas que dedicábamos a hacer copiados, dictados y redacciones. Hoy la RAE no admite el sustantivo "copiado", pero define el verbo copiar como la acción de "escribir en una parte lo que está escrito en otra". Con ella el niño mejoraba su caligrafía y desarrollaba la capacidad de fijar su atención en las palabras copiadas, aprendiendo así su ortografía. A su vez, mediante el "dictado" (definido por la RAE como la "acción de dictar para que otro escriba") el alumno perfeccionaba la propia ortografía por percepción auditiva. Todos recordamos aquella diabólica frase de "ahí hay un niño que dice ¡ay!".

Y mediante la redacción ("escrito redactado como ejercicio", según la Docta Casa) se intentaba fomentar la creación y la capacidad de desarrollar unos conceptos simples o complejos mediante frases semánticamente coherentes y bien articuladas gramatical y sintácticamente, con párrafos que tuvieran sentido interno, con los irreemplazables sujeto, verbo y predicado, y con las subordinaciones bien marcadas mediante una adecuada puntación. Si siempre se ha dicho que dibujar es el arte y la técnica de plasmar un cuerpo tridimensional en una superficie plana, escribir y redactar bien sería el arte, la técnica y la capacidad de expresar, mediante palabras, ideas o conceptos de forma clara, inteligible y -si es posible- bella. Al final cada uno desarrollará su propio estilo, más o menos elegante. Pero para ello hay que leer y escribir mucho.

Los alumnos hoy -salvo excepciones contadas y brillantísimas- escriben y se expresan oralmente muy mal en los cuatro niveles educativos, incluido el Doctorado. Y el problema no es el cambio de planes de estudio, sino de concepción general de la vida. Yo he conocido alumnos que escribían como los ángeles (guardo sus exámenes) y otros que no habían leído un clásico en toda su vida. La TV ha causado estragos. Menos Risitas, menos Belén Esteban, menos PlayStation y más Julio Cortázar, más Gabriel García Márquez y más Miguel Delibes. Porque podría darse el caso de que en un par de décadas tengamos una generación de muchachos totalmente embrutecida.

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