Cultura

Rendición ante un descubrimiento servido con excelente gusto

Ya nadie puede dudar de lo saludable y conveniente que es esta costumbre de programar en cada temporada obras que se salen del repertorio habitual.

el 05 oct 2009 / 11:49 h.

Ya nadie puede dudar de lo saludable y conveniente que es esta costumbre de programar en cada temporada obras que se salen del repertorio habitual. Pocas son las veces que se ha representado esta extraordinaria partituradel autor de "Elektra". Como ya sabemos los nazis la condenaron al ostracismo como castigo a su libretista, judío de condición. Superados estos inconvenientes tampoco es que la pieza haya encontrado una difusión a la altura de su categoría. Más cerca del carácter amable y distendido de "El caballero de la rosa" que de las disonancias de "Salomé", aunque tampoco aquí faltan algunas, no nos hayamos, como se dice, ante una ópera de cámara. Toda la voluptuosidad y la espectacularidad inherente a la música del compositor alemán está presente en esta pieza exquisita, inteligente y sumamente intelectual.

 

Es frecuente que el artista, como espejo del hombre, llegada determinada edad, comience a preocuparse por su capacidad para integrarse en el mundo que le rodea, intentando poner al mal tiempo buena cara. Verdi demonizó esta preocupación en "Falstaff", Donizetti en "Don Pasquale", obra con la que esta "Mujer silenciosa" guarda un asombroso parecido argumental, y hasta Woody Allen se hace eco del asunto en su última película estrenada, "Si la cosa funciona". Con este material y un libreto de primerísima categoría, Strauss encaró esta maravilla cuando pasaba de los 70.
La producción con la que esta pieza se ha estrenado en España data de 1996, y en ella Marco Arturo Marelli realiza un inteligente trabajo de escenografía a través de la iluminación y la simbología. Un primer acto dominado por un blanco que denota pureza y tranquilidad, frente a un progresivo cromatismo, que en el tercero alcanza el delirio, va desarrollando esta idea central sobre la que gira la trama: la aceptación y la tolerancia
hacia otras formas de practicar y de entender la vida.

Al Sr. Morosus, objeto de las burlas de una compañía lírica, lo encarna con elegancia y soltura el muy reconocido bajo Franz Hawlata, de voz profunda y muy grave pero proyección en ocasiones deficiente, acusando además falta de seguridad en los momentos más líricos. Aún así compone su personaje con maestría y convicción. Por su
parte, la estrella emergente Julia Bauer exhibe una generosa voz de soprano de coloratura, timbre meloso y fraseo aseado, demostrando que los triunfos de su corta carrera no son casualidad. La torpe dirección de actores del primer acto se cebó especialmente con el barítono Klaus Kuttler, reducido a mero comicastro; sin embargo su solvente trabajo canoro está fuera de toda duda. Buen nivel también el del resto del elenco, incluidos Bernhard Berchtold y Elena de la Merced.

Pero lo más sensacional vino de la mano de Pedro Halffter, dominando todos los matices de la extraordinaria orquestación, consiguiendo una interpretación pausada y muy reflexionada sin traicionar el dinamismo del que está impreganada la partitura. La versión estrenada en el Maestranza alarga hasta las dos horas y media, a pesar de haberse mutilado diez minutos justo después de la boda fingida entre Morosus y Timidia, lo que en manos de otros directores, como Sawallisch, Böhm o von Dohnányi no pasa de las dos horas y cuarto sin mutilaciones. Y es que Halffter mima desde la obertura una música plagada de referencias, desde el clasicismo objeto de homenaje hasta el punto de que todo el primer acto parece un largo recitativo, hasta piezas populares británicas o "La coronación de Popea " de Monteverdi. Aún con puntuales


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