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Rosa de primavera

El pasado viernes, uno de mayo, Rosa Aguilar hizo unas declaraciones al diario El País, con las que se disculpaba ante Felipe González por las acusaciones que hizo contra el entonces presidente del Gobierno en relación con el GAL.

el 16 sep 2009 / 02:09 h.

El pasado viernes, uno de mayo, Rosa Aguilar hizo unas declaraciones al diario El País, con las que se disculpaba ante Felipe González por las acusaciones que hizo contra el entonces presidente del Gobierno en relación con el GAL. Un día antes, el jueves 30 de abril, como hago todos los jueves desde que colaboro en este periódico, yo había mandado al director de este periódico el siguiente artículo:

Siempre se ha dicho que Madrid es el rompeolas de España, que en esa capital nadie se siente extraño ni forastero. Por M. Ratifico el tópico, porque lo tengo acreditado en los numerosos viajes que tuve que hacer durante mi etapa de gobernante extremeño a la capital de España. Pero hubo un tiempo, el que transcurrió desde 1993 a 1996, coincidente con el último gobierno de Felipe González, en el que pasear por Madrid se convirtió, si no en una heroicidad, sí en una pesadilla para los socialistas y, especialmente, para los socialistas que éramos reconocidos por la gente, como consecuencia de nuestra notoriedad pública. Eran los tiempos en los que muchos ciudadanos nos insultaban por la calle al grito de ¡corruptos, asesinos, sinvergüenzas!, por formar parte del PSOE y apoyar a un Gobierno que algunos habían decidido convertir en el soporte de todos los males y corrupciones habidas y por haber.

La gente gritaba aquello que oía en determinados medios de comunicación y en el Congreso de los Diputados. Hoy sabemos que aquello fue una operación bien diseñada, tendente a desalojar a Felipe González de la Moncloa al precio que fuera. Ya lo dijo Luis María Ansón, en una célebre entrevista a la revista Tiempo, donde afirmó que un grupo de personas pusieron en peligro la estabilidad del Estado al objeto de terminar con el Gobierno socialista de España. Aznar, Anguita y Pedro José Ramírez fueron los principales activistas del "váyase señor González", que un día sí y el otro también sonaba cansinamente en la tribuna de oradores del Congreso.

Pero no sólo ellos, también algunos dentro de sus grupos políticos se distinguieron por el feroz e intolerable ataque a los socialistas, no sé si con la idea de ganarse las simpatías de la extrema derecha española o con el afán de hacer carrera en su formación política. Rosa Aguilar, dentro del Grupo Parlamentario de Izquierda Unida, fue una de las más aguerridas en el insulto y la difamación a Felipe. Basta con consultar el Diario de Sesiones del Parlamento Español, para encontrar perlas como estas: "Señor González, dimita. Hágalo por el bien de este país. Se lo debe a un pueblo que tanta confianza depositó en Felipe González. Usted les ha devuelto escándalo, decepción e inseguridad. señor González, ha llegado el momento. Por favor, ¡váyase!". "Felipe González lleva al país a una situación de alerta roja para la democracia [...] bajo su mandato, por acción u omisión, consciente o inconscientemente se organizó o se permitió una trama terrorista como el GAL". Rosa Aguilar, portavoz de IU en el Congreso, acusó al PSOE de haber alimentado a ETA con la creación de los GAL. (El País-30/01/1996). Esta perla que transcribo a continuación, también salió de la boca de la hoy consejera de Fomento de la Junta de Andalucía: "Felipe González [...] es responsable político de la corrupción y está, desde el punto de vista jurídico, bajo sospecha, por temas muy importantes".

Rosa Aguilar ha demostrado que es una persona preparada, de izquierdas y capaz de llevar adelante la tarea que se le ha encomendado; sin duda, su gestión al frente de la Consejería de Fomento se verá coronada con éxito, máxime si tenemos en cuenta que su anterior dedicación municipal le hace tener una visión de cercanía a los intereses y problemas de los ciudadanos.

Un partido político no es más que un instrumento para transformar en proyecto político la aspiración de modelo de sociedad de un grupo de ciudadanos. Si el instrumento no resulta adecuado, para que ese proyecto se pueda llevar a la práctica, no resulta escandaloso que, quienes en él militan, decidan cambiar de militancia o de voto para que otro partido, de similares características y de valores parecidos, pueda hacer realidad las aspiraciones que le llevaron a abrazar la primigenia militancia. El que el partido receptor acoja a los que abandonan su militancia anterior con alborozo, no deja de responder a la máxima evangélica que pregona que "hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por cien justos que perseveran". He entendido muy bien la decisión del presidente Griñán, cuando decidió incorporar a la alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar, a las tareas de gobierno de Andalucía.

Así que saludo su incorporación al Gobierno y le auguro éxitos y aciertos en su gestión. Ha demostrado, como antes lo hicieron otros, que predicar sin dar trigo, o sin la posibilidad remota de darlo, conduce a la frustración, a la radicalización y a la pérdida del sentido de la realidad. Nadie pretende ajustar cuentas con Rosa Aguilar, pero ésta sería una bonita primavera si Rosa pidiera disculpas a los que nos sentimos heridos y lastimados con sus acusaciones de antaño, que eran falsas, como ella ha puesto de manifiesto aceptando entrar en un gobierno de alguien tan respetable como Griñan, que fue ministro de quien ella en otros tiempos consideraba jefe de una banda de pistoleros. Esas disculpas harían más grande su gesto de persona que ha demostrado, una vez más, su compromiso con la izquierda transformadora y progresista.

Después de sus disculpas, sólo me resta decir que estamos en paz y que a Rosa le tiendo mi mano amiga y le manifiesto mi respeto y admiración.

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