Rubén Castro lleva trece goles en la Liga y tres en la Copa. Son dieciséis en total y la temporada ni siquiera ha alcanzado su ecuador, así que se trata sin ninguna duda del mejor curso futbolístico de la carrera de este delantero canario que ha tenido que recorrer media España para darse cuenta de que su sitio estaba en la avenida de La Palmera. Tan excelente campaña, sin embargo, tiene un pero, por llamarlo de alguna manera. No es plan de poner pegas al mejor atacante del equipo más goleador del año, evidentemente. El problema de Rubén Castro, la barrera que por ahora no es capaz de sobrepasar, es ese récord del Toro Aquino, que en la campaña 93-94 marcó de forma consecutiva ni más ni menos que durante seis jornadas, las últimas de la temporada, cuando el equipo dirigido por Lorenzo Serra Ferrer ya iba embalado hacia el ascenso.
El argentino convirtió ocho goles en aquella histórica serie: dos al Cádiz, uno al Leganés, uno al Castilla, dos al Eibar, uno al Burgos el día que subió el Betis y otro al Español en la última jornada. Veintiséis años después, Rubén Castro ha dispuesto de dos oportunidades para igualar el registro de Aquino y entrar por tanto en la historia del club verdiblanco, pero en ambas falló a la sexta tras cinco jornadas seguidas viendo puerta. Primero fue ante Elche, Valladolid, Albacete, Ponferradina y Las Palmas, pero se estancó con el Girona. Y ahora venía de cantar gol frente a Cartagena, Numancia, Barcelona B, Córdoba y Tenerife, pero no pudo repetir con el Nástic. Está claro que el gafe del canario es de origen catalán. Eso sí, Rubén no se ha pasado más de dos partidos seguidos sin celebrar un tanto suyo.
