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Sara Baras y una 'Pepa' que no sabe a Cádiz

Más que a la Tacita del Planeta y el Tío Carando, la artista nos llevó a la sala flamenca madrileña de Casa Patas.

el 14 sep 2012 / 22:12 h.

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Sara Baras durante su espectáculo 'La Pepa' en el Maestranza.
Teatro de la Maestranza. La Pepa. Compañía de Sara Baras. Dirección, guión y coreografía: Sara Baras. Música: Queko Baldomero. Artista invitado: José Serrano. Entrada: lleno. Sevilla, 14, 15 y 16 de septiembre de 20012.


Estos días hay planteado un debate en las redes sociales sobre si los críticos debemos ejercer de críticos o de meros informadores, debate que me parece absurdo. Suele pasar en todas las bienales, por la importancia del festival sevillano. Parece ser que criticar una obra de una bailaora y coreógrafa que es capaz de llenar durante tres días seguidos un teatro como el de la Maestranza, con la crisis que padecemos, es perder el tiempo. Es importante lo que logra la bailaora gaditana, que es la única que puede hacerlo, pero eso no quiere decir que no deba someterse al análisis de la crítica. El crítico no está para decir las entradas que se venden ni para contar los desmayos de sus muchos fans cuando la ven salir al escenario, sino para analizar sus obras. Y es precisamente esto lo que me llevó anoche al coliseo del Paseo Colón. Su último espectáculo, La Pepa, encargada a la artista por el Ayuntamientio de Cádiz para conmemorar los doscientos años de la Constitución Española de 1812, que ha recibido estupendas críticas en todo el país, es una verdadera tomadura de pelo desde el punto de vista artístico y del flamenco. Desde el punto de vista histórico, doctores tiene la Iglesia. Más que a la Cádiz de El Planeta, su hermano Luis Alonso, el célebre bolero, el Tío Carando, los gitanos herreros y carniceros de Santa María y la Viña, el ambiente teatral y festivo, Sara Baras nos llevó anoche a Casa Patas, la sala flamenca de Madrid. Esperaba que en sus coreografías y puesta en escena recreara el Cádiz de hace dos siglos, su música preflamenca, la escuela bolera, aquellos inicios del género flamenco en los teatros de la ciudad y en las fiestas particulares, los sainetes y el mundo del toreo. Si no llega a ser por el decorado, porque estaba en el escenario Puerta de Tierra, en ningún momento hubiera averiguado que la obra iba sobre el Cádiz de La Pepa. Y más que a la Constitución de 1812, parecía un homenaje a la de 1978. Lo digo por la caja o el cajón, que es un invento de nuestros días, por los quejíos camaroneros, por el flamenquito, la bulería por soleá y los fandangos de Huelva, por los tanguillos tan contemporáneos y unas alegrías tan modernas, además una malagueña del Mellizo que aún no había nacido. Ni el Mellizo ni su célebre malagueña, claro. Según dijo, Sara Baras estuvo cuatro meses investigando para el montaje de esta obra, lo que no dijo es dónde.

Por tanto, este decepcionante montaje de la célebre bailaora gaditana es más de lo mismo, una nueva entrega de lo que viene haciendo en los últimos años, espectáculos para su lucimiento como bailaora de flamenco, comerciales y efectistas, diseñados para su público, que tampoco le exige mucho: vestidos de colores llamativos y volanderos, taconeos interminables, carrerillas por el escenario, remates efectistas y unas luces bonitas. Si al menos hubiera bailado bien las alegrías, que es su fuerte, la obra tendría bastante más valor flamenco, pero hace tiempo que perdió aquella frescura de hace una década o más, cuando bailaba por alegrías y danzaban a compás las gaviotas de la Caleta. No obstante, es justo destacar parte del trabajo coreográfico y cómo mueve el cuerpo de baile, un grupo disciplinado, compacto, que le da a la obra cierto valor dancístico. También hay cosas interesantes en la puesta en escena, detalles coreógráficos en las guajiras, los fandangos y la farruca. El bailaor José Serrano tuvo algunos momentos brillantes, aunque otros de gran brusquedad en los movimientos, y la parte cantaora no hizo precisamente honor a la rica escuela del cante gaditano.

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