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"¿Sara?... Una mujer poco sociable y con sus propias rarezas"

En el pueblo se han disparado las hipótesis en torno a las causas que presumiblemente llevaron a Sara a deshacerse de los bebés.

el 27 nov 2012 / 22:15 h.

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Los enfermizos amantes de las rutas por los lugares de los sucesos macabros tienen desde ayer en el municipio sevillano de Pilas un nuevo santuario de lo funesto. El número 51 de la calle Beatriz de Cabrera ha sido el último y siniestro escenario de hasta dónde puede llegar la patología y la perversidad de una mente humana.

En apenas 20 días, la aparición de dos bebés muertos en sendos congeladores de la vivienda de una familia "normal y trabajadora" ha helado la sangre de los españoles. El pueblo de Pilas no da crédito a lo sucedido. Por sus calles corren todo tipo de pábulos sobre las posibles causas que pudieron empujar a Sara, que se ha reconocido como la madre de los bebés hallados congelados, a cometer tan macabras acciones.

Una vecina de la calle muy allegada a la familia que prefiere omitir su nombre confirmó que "Sara es una persona poco sociable. Se relacionaba poco con la gente de la calle y tenía sus rarezas", aunque en ningún momento evidenció que tuviera un carácter conflictivo. Nada les pudo hacer sospechar, por tanto, que tenían como vecina a una "psicópata, porque no se le puede hacer eso a dos niños".

Sara trabajaba desde hacía algún tiempo en una residencia para la tercera edad de Castilleja de la Cuesta. Es una mujer delgada, a pesar de lo cual ninguna vecina apreció en estos años que estuviera embazarada, ni siquera ayer cuando, ante duras increpaciones de sus vecinos, descendió de la ambulancia que la había trasladado desde la cárcel de Alcalá de Guadaíra para intentar reconstruir los hechos a fin de aclarar su relación con el segundo de los bebés hallados.

Sin entrar en interioridades de pareja "de puertas adentro", Francisco Antonio y Sara formaban un matrimonio aparentemente bien avenido. "Nunca se han escuchado discusiones ni peleas en ese matrimonio". A ella tampoco se le conocían "depresiones, ni antecedentes de tratamientos psicológicos", relata la misma vecina.

Cuentan los vecinos que la madre de Sara decidió poner tierra de por medio y marcharse a Valencia una temporada cuando el pasado 9 de noviembre su yerno halló accidentalmente en el frigorífico de la cocina al primero de los bebés congelados.

Ayer, tras el hallazgo del segundo de los bebés, la calle Beatriz Cabrera volvió a llenarse de decenas de periodistas y curiosos ante la constatación de una noticia que había corrido como reguero de pólvora por todo el municipio, llenando de consternación a sus vecinos.

Poco antes de las tres de la tarde, y en medio de una enorme expectación que echó a la calle a decenas de vecinos, la única imputada por estos macabros hallazgos era conducida a su vivienda a bordo de una ambulancia y escoltada por una amplia comitiva de la Guardia Civil.

Envuelta en un chaquetón largo de pluma de color gris, con el pelo recogido en una cola, y con gesto serio, aunque no descompuesto, Sara se bajó de la ambulancia y fue conducida al interior de la vivienda a fin de participar en una reconstrucción de los hechos.Tanto a su llegada como a la hora de la partida de su vivienda en busca de nuevos escenarios para el rastreo, Sara fue increpada duramente por sus vecinos, que le dedicaron gritos de "criminal" y "asesina".

Por la tarde, la imputada fue conducida por la Guardia Civil a otras propiedades de la familia para realizar nuevos registros y descartar la posible existencia de otros bebés fallecidos y escondidos, labores que finalizaron sin resultado alguno.

Al filo de las cuatro y media de la tarde, una vez levantado el cordón policial en torno a la vivienda, la calle Beatriz Cabrera intentaba recobrar algo de normalidad, si bien fueron muchos los vecinos que se acercaron al macabro escenario para curiosear entre los rescoldos del suceso. María, la tendera del comercio de comestibles que hay frente a la vivienda del matrimonio, aún se preguntaba ayer cómo la Guardia Civil no registró la casa a fondo el pasado 9 de noviembre, "a pesar de que dicen que pusieron la vivienda boca arriba".

Cae la noche en Pilas y las unidades móviles siguen apuntando sus enormes parabólicas hacia un cielo estrellado, mientras a las puertas de la vivienda, que sólo se entreabre a la llegada de algún familiar muy cercano, se suceden las conexiones en directo de las distintas cadenas. Los invitados en plató van más allá de la versión que relatan los reporteros a pie de calle. Poco importa. Pilas es ya parte de la leyenda negra de España.

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